Ascensión al Pico de la Sagra desde la Ermita de las Santas por el PR-A 321


Accedemos desde la A-330 Caravaca-La Puebla de Don Fadrique; en el primer cruce a la entrada a la población, tomamos por la derecha la A-317 dirección Collados de La Sagra; en la siguiente bifurcación lo haremos a la izquierda (NE-46), finalmente, seguiremos una pista de buen firme por la izquierda a las Santas donde aparcaremos (37°57'44.23"N  2°31'5.06"W).




Partimos 13 Componentes del Grupo Caminando por La Vida, 




a la cercana Ermita de las Santas Mártires del Monte, dedicada a las Santas Alodía y Nunilón, desde 1603 ya se venera en La Sagra a las Santas por una cofradía existente en Huéscar que le rendía culto; 


fueron hermanas de la villa de Alquézar; aunque su padre era un Godo del Valle del Ebro, que se convirtió a la religión islámica para mantener sus propiedades; 


la madre las educó en la fe cristiana; a su fallecimiento, quedaron bajo la tutela de un pariente musulmán que las denunció por no renegar del cristianismo y de paso apropiarse de su patrimonio; 


en su segundo juicio fueron decapitadas y enterraron sus cuerpos en una tumba, de la que comenzó a emanar una luz especial, las autoridades musulmanas ordenaron arrojar sus cuerpos a un pozo, pero esa luz persistía y unos cristianos vieron los destellos luminosos donde fueron arrojadas las santas y les dieron sepultura. 


La esposa de Íñigo Arista, primer rey de Pamplona, mandó rescatar sus cuerpos y los trasladó al monasterio de Leyre; siglos más tarde, algunas de sus reliquias y la devoción a estas Santas serían traídas por gentes de Navarra a la Puebla.


Atajamos a la pista forestal desde el manantial;


 tras pasar el Cortijo de La Torre, cambiamos de dirección ascendiendo por el PR-A 321, 


caminando por bosques de encina y algún alcornoque; en altura predominan los pinos laricios, con su máximo exponente en el bosque vertical donde los hay centenarios; otra muestra arborícola que encierra la Sierra de La Sagra, son las famosas Secuoyas que hay en la finca de la Los, las especies "Sequoiadendron Giganteum" y "Sequoia Sempervirens", aunque los paisanos de la zona las conocen como "Las mariantonias"; el grosor de estos  ejemplares llega a alcanzar los 8 m de perímetro, precisándose de hasta cinco personas con los brazos entrelazados para rodearlos; fueron traídos desde California en 1839.
Llegados a la bifurcación, 


seguimos subiendo por la izquierda, el sendero es más agreste y salvaje, aunque también de mayor exigencia, de cualquier forma regresaremos por la pista. 


Nos llama la atención el pino añejo que hace 18 días estaba embrumado y ahora luce luminoso y señorial, como el magnífico día del que disfrutamos hoy.






Tomamos el mantente en el Collado de las Víboras (1860 m), 


donde tienen sus refugios estos ofidios al igual que otras especies como el Buitre Leonado, Águila Perdicera, Gato Montés, Búho Real, jabalí, etc. 



El topónimo más seguro de Sagra es Zagra (frontera), esta vez la traspasaremos para gozar de sus  vistas.






El ascenso jalonado de solitarios pinos retorcidos por las ventiscas y la nieve invernal dan un toque desolador al paisaje, 


agravado por el majestuoso vuelo de un buitre alrededor del último de la fila; lo hacemos sin prisa levantando la vista del sendero, a veces accidentado, pero sin presentar complicación técnica reseñable en un par de pasos pedregosos y ligeramente expuestos, donde extremar la prudencia; 


hacemos una paradita entorno al viejo tronco de un pino laricio en el Collado del Morro de las Zamarrillas, 



antes de continuar por zona de rocas calizas, 



donde solo prosperan los cojines de monja y alguna mancha nívea que aún persiste en la ladera norte; 


el sendero nos lleva recto hacia el collado, entre las dos cumbres 


con el Embudo, salida natural de un gigantesco cono de deyección a la derecha.



Según vamos llegando por la cuerda al vértice geodésico, 



sacamos número para hacernos la foto desde cumbre de La Sagra (2.383 m), 


en el puesto nº 32 del ranking de los picos más altos de la Peninsula Ibérica, punto más elevado de la Cordillera Subbética, tiene enclavada su mole en los términos municipales de Huéscar y la Puebla de Don Fadrique, su cima alberga fósiles de hace 25 millones de años, sobre todo conchas de animales marinos.
Con vistas de Sierra Nevada al Oeste, 



las Sierra de Segura y Cazorla al Norte, 


al Sur las Sierras de María y Baza y al Este Sierra Espuña,  



se procede a los emotivos nombramientos de montañer@s a cargo de Manuel, 


nuestro guía y maestro de ceremonias; 


después comemos los bocadillos regados con vínico de bota, protegidos del escaso viento y con agradable temperatura, cosa insólita; 


mientras almorzamos, 



cuatro cazas Eurofighter Typhoon de la Base Aérea de Los Llanos en Albacete, nos pasan fulgurantes a unos 3500 m; aunque su velocidad máxima se acerca a 2.500 km/h, tan solo irían a velocidad de crucero (sobre 1.800 km/h), porque Pepe Mármol les hizo foto.


Iniciamos el descenso 




manteniendo la atención en todo momento, reagrupándonos cada cierto tiempo, conviene evitar problemas apoyando bastones, 




pisando sobre seguro ya que la inclinación y tierra suelta nos lo pone complicado; 











hacemos una parada en el Refugio de La Sagra, 



acercándonos a su fuente y pino, 


donde conviven sus acículas con las bayas blanquecinas y traslúcidas del muérdago (Viscum álbum), con sus austorios succionan la savia provocando la muerte durante periodos de sequía prolongada, afortunadamente, el escape de agua proveniente de la fuente mantiene hidratado al árbol; 



esta sierra es propensa a los manantiales por su naturaleza kárstica y la abundancia de lluvias, su río más significativo es el Barbata -llamado Raigadas en su zona alta y río Huéscar a su paso por dicha localidad-, para muchos historiadores es el verdadero nacimiento del Guadalquivir; 


parte de su recorrido -hasta que es canalizado junto a la Piedra del Letrero- lo hemos hecho en bici.



Llegamos a la bifurcación de la ida, descendemos 100 m, torcemos a la izquierda por una traza senderil, 


que nos aboca a las ruinas de un caserón abandonado, 


con un estanque vallado, 


viejos almendros y encinas monumentales, 


la mayor, se halla encadenada para sujetar su tronco rajado, evitando que el peso de las ramas lo desgaje; 


un lugar con mucho encanto; 





seguimos andando pasando junto a una zona de espinos blancos, 



en distinto grado de floración, 


al cruce de caminos con un pequeño encinar; al final, 


el manantial, 



la ermita y el aparcamiento 


donde hicimos un “coro de estiramientos”. 


Marchamos al Moral, para tomar unas cervezas en el restaurante del mismo nombre, celebrando nuestra pequeña heroicidad, por haber coronado la cima de este coloso, que nos ha ofrecido esta vez su cara más amable.

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