Ascensión al Pico de la Sagra desde la Ermita de las Santas por el PR-A 321
Partimos 13 Componentes del Grupo Caminando por La Vida,
a
la cercana Ermita de las Santas Mártires del Monte, dedicada a las Santas
Alodía y Nunilón, desde 1603 ya se venera en La Sagra a las Santas por una
cofradía existente en Huéscar que le rendía culto;
fueron hermanas de la villa
de Alquézar; aunque su padre era un Godo del Valle del Ebro, que se convirtió a
la religión islámica para mantener sus propiedades;
la madre las educó en la fe
cristiana; a su fallecimiento, quedaron bajo la tutela de un pariente musulmán
que las denunció por no renegar del cristianismo y de paso apropiarse de su
patrimonio;
en su segundo juicio fueron decapitadas y enterraron sus cuerpos en
una tumba, de la que comenzó a emanar una luz especial, las autoridades
musulmanas ordenaron arrojar sus cuerpos a un pozo, pero esa luz persistía y
unos cristianos vieron los destellos luminosos donde fueron arrojadas las
santas y les dieron sepultura.
La esposa de Íñigo Arista, primer rey de
Pamplona, mandó rescatar sus cuerpos y los trasladó al monasterio de Leyre;
siglos más tarde, algunas de sus reliquias y la devoción a estas Santas serían
traídas por gentes de Navarra a la Puebla.
Atajamos a la pista forestal desde el manantial;
tras pasar
el Cortijo de La Torre, cambiamos de dirección ascendiendo por el PR-A 321,
caminando por bosques de encina y algún alcornoque; en altura predominan los
pinos laricios, con su máximo exponente en el bosque vertical donde los hay
centenarios; otra muestra arborícola que encierra la Sierra de La Sagra, son
las famosas Secuoyas que hay en la finca de la Los, las especies "Sequoiadendron
Giganteum" y "Sequoia Sempervirens", aunque los paisanos de la
zona las conocen como "Las mariantonias"; el grosor de estos ejemplares llega a alcanzar los 8 m de
perímetro, precisándose de hasta cinco personas con los brazos entrelazados
para rodearlos; fueron traídos desde California en 1839.
Llegados a la bifurcación,
seguimos subiendo por la
izquierda, el sendero es más agreste y salvaje, aunque también de mayor
exigencia, de cualquier forma regresaremos por la pista.
Nos llama la atención el
pino añejo que hace 18 días estaba embrumado y ahora luce luminoso y señorial,
como el magnífico día del que disfrutamos hoy.
Tomamos el mantente en el Collado de las Víboras (1860 m),
donde tienen sus refugios estos ofidios al igual que otras especies como el
Buitre Leonado, Águila Perdicera, Gato Montés, Búho Real, jabalí, etc.
El
topónimo más seguro de Sagra es Zagra (frontera), esta vez la traspasaremos
para gozar de sus vistas.
El ascenso jalonado de solitarios pinos retorcidos por las
ventiscas y la nieve invernal dan un toque desolador al paisaje,
agravado por
el majestuoso vuelo de un buitre alrededor del último de la fila; lo hacemos
sin prisa levantando la vista del sendero, a veces accidentado, pero sin
presentar complicación técnica reseñable en un par de pasos pedregosos y
ligeramente expuestos, donde extremar la prudencia;
hacemos una paradita
entorno al viejo tronco de un pino laricio en el Collado del Morro de las Zamarrillas,
antes de continuar por zona de rocas calizas,
donde solo prosperan los cojines
de monja y alguna mancha nívea que aún persiste en la ladera norte;
el sendero
nos lleva recto hacia el collado, entre las dos cumbres
con el Embudo, salida
natural de un gigantesco cono de deyección a la derecha.
Según vamos llegando por la cuerda al vértice geodésico,
sacamos número para hacernos la foto desde cumbre de La Sagra (2.383 m),
en el
puesto nº 32 del ranking de los picos más altos de la Peninsula Ibérica, punto
más elevado de la Cordillera Subbética, tiene enclavada su mole en los términos
municipales de Huéscar y la Puebla de Don Fadrique, su cima alberga fósiles de
hace 25 millones de años, sobre todo conchas de animales marinos.
Con vistas de Sierra Nevada al Oeste,
las Sierra de Segura y
Cazorla al Norte,
al Sur las Sierras de María y Baza y al Este Sierra Espuña,
se procede a los emotivos nombramientos de
montañer@s a cargo de Manuel,
nuestro guía y maestro de ceremonias;
después comemos
los bocadillos regados con vínico de bota, protegidos del escaso viento y con
agradable temperatura, cosa insólita;
mientras almorzamos,
cuatro cazas Eurofighter
Typhoon de la Base Aérea de Los Llanos en Albacete, nos pasan fulgurantes a
unos 3500 m; aunque su velocidad máxima se acerca a 2.500 km/h, tan solo irían
a velocidad de crucero (sobre 1.800 km/h), porque Pepe Mármol les hizo foto.
Iniciamos el descenso
manteniendo la atención en todo
momento, reagrupándonos cada cierto tiempo, conviene evitar problemas apoyando bastones,
pisando sobre seguro ya que la inclinación y tierra suelta nos lo pone
complicado;
hacemos una parada en el
Refugio de La Sagra,
acercándonos a su fuente y pino,
donde conviven sus
acículas con las bayas blanquecinas y traslúcidas del muérdago (Viscum álbum), con sus austorios succionan la savia provocando la muerte durante periodos de
sequía prolongada, afortunadamente, el escape de agua proveniente de la fuente
mantiene hidratado al árbol;
esta sierra
es propensa a los manantiales por su naturaleza kárstica y la abundancia de
lluvias, su río más significativo es el Barbata -llamado Raigadas en su zona
alta y río Huéscar a su paso por dicha localidad-, para muchos historiadores es
el verdadero nacimiento del Guadalquivir;
parte de su recorrido -hasta que es
canalizado junto a la Piedra del Letrero- lo hemos hecho en bici.
Llegamos a la bifurcación de la ida, descendemos 100 m,
torcemos a la izquierda por una traza senderil,
que nos aboca a las ruinas de
un caserón abandonado,
con un estanque vallado,
viejos almendros y encinas
monumentales,
la mayor, se halla encadenada para sujetar su tronco rajado,
evitando que el peso de las ramas lo desgaje;
un lugar con mucho encanto;
seguimos andando pasando junto a una zona de espinos blancos,
en distinto grado
de floración,
al cruce de caminos con un pequeño encinar; al final,
el
manantial,
la ermita y el aparcamiento
donde hicimos un “coro de
estiramientos”.
Marchamos al Moral, para tomar unas cervezas en el restaurante
del mismo nombre, celebrando nuestra pequeña heroicidad, por haber coronado la
cima de este coloso, que nos ha ofrecido esta vez su cara más amable.
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