Miradores de Vilouxe
Descendemos caminando
acompañados de cerezos,
castaños
y una
fuente a la aldea;
hay una explanada junto a la ermita donde aparcar unos pocos
coches;
las soluciones de la arquitectura popular vienen marcadas por las
condiciones climáticas, los materiales disponibles y la tradición constructiva de
la zona.
El clima de Galicia presenta una elevada pluviosidad y humedad durante
todo el año, favoreciendo el uso de elementos estables al agua;
las
construcciones gallegas se caracterizan por su sencillez, firmeza y funcionalidad;
destacando el empleo de la cantería y sillar de granito, con diferencia el
material más usado, aunque también se
utilizan el esquisto y la pizarra;
el empleo de la madera de roble, pino y
nogal, así como la teja cerámica, es el material para la construcción de vigas,
cerramientos y cubiertas (los ladrillos apenas se utilizaron hasta bien entrado
el siglo XX).
Seguimos cuesta abajo dejando atrás un Peto de Ánimas,
sencillo monumentos de piedad popular, asociado a la idea de salvar almas del
purgatorio, construido o financiado por alguien de la zona.
Dejamos Cimadevilla y entramos en la cercana Vilouxe; encontramos
algunos hórreos gallegos, construcción de uso agrícola destinada a secar, curar
y guardar el maíz y otros cereales antes de desgranarlos y molerlos;
constan de
una cámara de almacenaje estrecha y ventilada,
separada del suelo para evitar la
entrada de humedad y animales; en sus inicios,
el uso de los graneros aéreos en
Galicia, va unido al cultivo del mijo (ya se practicaba en la cultura de los
castros), cultivo que perduró durante la Edad Media, fue sustituido por el maíz
en el siglo XVII.
Nos desviamos para llegarnos al lavadoiro en desuso de la
aldea;
las lavanderías, que solían ser públicas y de uso colectivo, se
convirtieron en una construcción popular de actividad socializadora cerca de
las fuentes;
estos baños públicos consistían en un canal, que llevaba agua a
uno o más tanques de granito u hormigón; a sus lados había losas inclinadas
para lavar a mano; suelen tener un techo sostenido por cuatro o seis pilares
de piedra o mampostería en forma de porche.
La calma reina en esta apartado rincón donde se ha detenido el tiempo, vamos absorbiendo detalles de la vida cotidiana y muestras del
pasado agrícola, que reflejan los usos y costumbres de esta tierra singular.
Salimos de la aldea por sendero matorralero,
para asomarnos
a los dos miradores sobre el Cañón del río Sil, afluente del Miño, al que le
aporta la mayor cantidad de agua;
el grandioso escenario sobrecoge,
la vista se
pierde en el horizonte;
extasiado ante tan magnifico panorama,
me percato tarde
de que no estamos solos,
un lagarto ocelado ha salido molesto de su grieta
donde tomaba relajadamente el ultimo rayito de sol.
Volvemos sobre nuestros pasos, pisando por el crecido tapete
de gramíneas debido al confinamiento;
calle arriba junto a un bosquete de
castaños,
descubrimos que el GR-56 pasa por estos lares.
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