Miradores de Vilouxe


Accesos por la carretera OU-0508 Luíntra-Parada de Sil, aparcamos a la orilla de una pista abandonada a la entrada de Cimadevilla (42°22'34.13"N 7°37'29.09"W).


Descendemos caminando 


acompañados de cerezos, 


castaños


 

y una fuente a la aldea; 


hay una explanada junto a la ermita donde aparcar unos pocos coches; 


las soluciones de la arquitectura popular vienen marcadas por las condiciones climáticas, los materiales disponibles y la tradición constructiva de la zona. 


El clima de Galicia presenta una elevada pluviosidad y humedad durante todo el año, favoreciendo el uso de elementos estables al agua; 


las construcciones gallegas se caracterizan por su sencillez, firmeza y funcionalidad; 


destacando el empleo de la cantería y sillar de granito, con diferencia el material más usado, aunque  también se utilizan el esquisto y la pizarra; 


el empleo de la madera de roble, pino y nogal, así como la teja cerámica, es el material para la construcción de vigas, cerramientos y cubiertas (los ladrillos apenas se utilizaron hasta bien entrado el siglo XX).


Seguimos cuesta abajo dejando atrás un Peto de Ánimas, sencillo monumentos de piedad popular, asociado a la idea de salvar almas del purgatorio, construido o financiado por alguien de la zona.


Dejamos Cimadevilla y entramos en la cercana Vilouxe; encontramos algunos hórreos gallegos, construcción de uso agrícola destinada a secar, curar y guardar el maíz y otros cereales antes de desgranarlos y molerlos; 


constan de una cámara de almacenaje estrecha y ventilada, 


separada del suelo para evitar la entrada de humedad y animales; en sus inicios, 


el uso de los graneros aéreos en Galicia, va unido al cultivo del mijo (ya se practicaba en la cultura de los castros), cultivo que perduró durante la Edad Media, fue sustituido por el maíz en el siglo XVII.


Nos desviamos para llegarnos al lavadoiro en desuso de la aldea; 


las lavanderías, que solían ser públicas y de uso colectivo, se convirtieron en una construcción popular de actividad socializadora cerca de las fuentes; 


estos baños públicos consistían en un canal, que llevaba agua a uno o más tanques de granito u hormigón; a sus lados había losas inclinadas para lavar a mano; suelen tener un techo sostenido por cuatro o seis pilares de piedra o mampostería en forma de porche.


La calma reina en esta apartado rincón donde se ha detenido el tiempo, vamos absorbiendo detalles de la vida cotidiana y muestras del pasado agrícola, que reflejan los usos y costumbres de esta tierra singular.
Salimos de la aldea por sendero matorralero, 



para asomarnos a los dos miradores sobre el Cañón del río Sil, afluente del Miño, al que le aporta la mayor cantidad de agua; 


el grandioso escenario sobrecoge, 


la vista se pierde en el horizonte; 


extasiado ante tan magnifico panorama, 


me percato tarde de que no estamos solos, 


un lagarto ocelado ha salido molesto de su grieta donde tomaba relajadamente el ultimo rayito de sol.


Volvemos sobre nuestros pasos, pisando por el crecido tapete de gramíneas debido al confinamiento;


 calle arriba junto a un bosquete de castaños, 



descubrimos que el GR-56 pasa por estos lares.


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