Rambla de los Jurados
Accedo desde la Autovía Murcia-Cartagena, a la altura del Puerto de Cartagena, tomo la salida 155 a Corvera por la RM-601; tuerzo por la derecha a la vista del cartel indicativo de Los Muñoces, El Baldío y un Campo de tiro; en 1 km por estrecha pista asfaltada, aparco junto a un caserío agrícola.
Salgo hacia el Sur por la pista desde el aparcamiento (si no queremos descender a la rambla por ladera pronunciada, nuestro camino será, volviendo por la carretera 200 m y entrando por el olivar), tuerzo a la izquierda por pista en desuso,
para bajar a la Rambla de los Jurados en el paraje de Los Muñoces;
rodeo un gran muro de contención deteriorado, ante el
empuje de las avenidas de agua de lluvia.
Camino por el cauce rocoso en principio,
observando
detenidamente los fenómenos geológicos, reflejados en la pared estratificada
por la erosión, que provocan este paisaje de badlands; un incipiente pináculo y
una chimenea de hadas, también llamadas hoodoos (significa mala suerte), nombre
derivado del culto vudú, que da a ciertas formas naturales poderes mágicos.
Las numerosas oquedades que presentan las paredes gredosas, propias de zonas áridas, secas y calientes como esta rambla, dan cobijo a los abundantes grajos,
abajo predominan las madrigueras de conejos que corretean a
mi paso, cruzo por una zona con agrupación de baladres; en una curvatura ramblera
veo la Casa de Los Muñoces, donde se ha encontrado un yacimiento con material romano,
testimonio del asentamiento de núcleos poblados, aunque solo se tratara en
origen de villas y alquerías.
En 1820 Corvera fue independiente de Murcia, hasta que en 1834
dejó de tener ayuntamiento propio, su población
ha estado dedicada a la producción de
cereal, aceite, ganado bovino y la caza en los distintos caseríos dispersos por
su territorio, comprendido por los
parajes de Los Brianes, Las Casicas y Los García.
Se abre la rambla en una zona colonizada por los gandules,
aprovecho para dejarla por la derecha
en busca del Arco de Escobedo,
un paso abierto en el cerro por las aguas superficiales de la Rambla del Escobedo, que no puedo atravesar por el barro;
sin embargo lo encumbro disfrutando de las vistas
de Carrascoy.
Voy descendiendo con precaución al ramblizo subsidiario de la Rambla de los Jurados,
por cuyo inicio pase anteriormente;
caminando por el lecho barroso de su estrecho cauce, me pongo perdido,
pero merecerá la pena al doblar la curvatura final de su recorrido ciclable,
ya que se me viene encima un búho real;
como tenía la cámara del móvil lista para hacer foto, lo pillo al vuelo; ya se lo que sienten sus presas, mayormente los abundantes grajos conejos y perdices, cuando les ataca en vuelo directo, potente, majestuosamente silencioso y aterrador, con sus grandes alas extendidas, prestas las poderosas y afiladas garras.
Me introduzco con cierta dificultad en la cueva abierta por los arrastres,
antes de volver a la curva ramblera, por la que salir buscando una pista de retorno;
en el primer cruce giro a la derecha hacia un olivar;
bordeo el campo de tiro; me salgo unos metros de la pista para saludar a un algarrobo monumental,
ya que no se permiten los abrazos por el covid;
alcanzo el cortijo donde tengo el coche,
para trasladarme a explorar un tramo abajo de la Rambla del Escobedo.
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