Puerto de Opakua-Peña Roja-Puerto de Bikuña-Arco del Arno-Balsa de los Alemanes

 

Accedemos al Puerto de Opakua (Álava) desde la Autovía A-1 por la A-2128, aparcamos al final de la subida (42°48'54.66"N 2°19'55.47"W).

Con viento fuerte y buen fresquito, descendemos 100 m

para tomar un sendero a la derecha, 

echamos un vistazo al mirador inoperante

 y cruzamos una cancela, 

caminamos sobre el helechar

 por la Senda del Pastoreo

 a las Campas de Zezama en el Berozal, 

con vistas de la llanura alavesa y Salvatierra, donde pernoctamos ayer soportando una colosal granizada.

Hacemos una breve parada en el vértice geodésico, 

torcemos por la derecha hacia unas cabañas pastoriles,

vamos caminando cercanos al cordal uniéndonos al GR-120;

pasamos junto a dos monumentos

 y seguimos nuestro cómodo ascenso

 entrando en el hayedo,

 junto al camino se encuentra otro monumento en la Peña Roja.

La preciosidad del hayedo nos cautiva, 

pero no se queda atrás la vista que se vislumbra sobre el Raso de Legaire, 

entrando en una zona de majuelos primero

 y otra de formas rocosas graciosas como la de un elefante;

 llegados al Puerto de Bikuña, la pista con la que enlazamos tiene una puerta de acceso; 

nuestro camino sigue a la derecha, aunque, junto a la valla, parte un sendero que se le une mas adelante.

Vemos otras dos cabañas, 

antes de entrar en el mágico laberinto con bloques de rocas forradas de musgo, a la derecha, 

exploramos el entorno pasando por delante

 y rodeando por detrás

 del Arco del Arno, 

de dimensiones modestas (3x3 m aproximadamente) pero cautivador.

Seguimos por la estrecha abertura entre dos grandes rocas

saliendo este fantástico lugar; 

caminamos pisteando

hasta un sendero que, por la izquierda, nos lleva a conectar con las dos gruesas tuberías cual anacondas

 hacia la Balsa de los Alemanes; 

una empresa alemana hizo unas prospecciones petrolíferas en la zona, construyendo una presa para suministro de agua proveniente, tanto del arroyo como del soterrado afloramiento. 

El lugar es tan encantador que parece de los alpes dolomíticos, el verdor, el cañaveral, los nenúfares, las charcas con el intenso croar de las ranas, los pececillos nadando en sus orillas, el grandioso arbolado y la armonía que reina, todo muy bucólico.

Retomamos el camino de vuelta siguiendo las tuberías un buen trecho, enlazando nuevamente con la pista; sorteamos algunas partes embarradas, 

antes de aclararse el paso

y entrar en una extensa campa; 

cruzamos una pista cortada por las avenidas

 y sendeamos hasta enlazar con la pista asfaltada

 de vuelta al aparcamiento.

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