Árboles monumentales y cortijos de Fuente la Sabina

Accedemos por la RM-15 desde Caravaca de La Cruz, pasando Archivel  (MU-702) y a la vista de El Sabinar, giramos por la derecha 600 m, seguimos rectos 1,7 km y 5,6 km tras enlazar con la carretera que nos deja en la aldea Fuente la Sabina.

Después de preguntar en el bar (solo sirven los findes) y echar un vistazo al lavadero; 

orientados hacia el Sur, 

tomamos pista de tierra por la izquierda; 

ascendemos por el Rincón de la Marranera, 

pasando por el Cortijo del Calarico; 

vemos un árbol singular, se trata de una sabina monumental de 6 brazos, que a su vez, se ramifican en otros tantos;

 abrimos una portilla; 

dejamos la pista principal atajando por la izquierda hacia otra impresionante sabina de doble tronco,

 con una repisa artificial a base de practicarle una hendidura, cuya finalidad suponemos, era situar una hornacina, para canalizar los deseos y anhelos de las gentes campesinas sometidas a los inciertos avatares de la climatología y plagas, que a menudo echaban por tierra el duro laboreo; cultos, ritos o creencias de épocas remotas, que en algunos lugares aún perviven.

 

La sabina albar (Juniperus thurifera, significa productora de incienso), especie protegida  de veteado rojizo, cuya madera es muy valorada en ebanistería, su resina es muy aromática y los xilófagos no atacan a la que impregna; como su madera no sirve para hacer tablones, impidió su uso en la construcción de barcos y la aniquilación completa. Puede superar los quinientos años de vida, soporta perfectamente condiciones climáticas muy extremas; de la diseminación de las semillas de sabinas, se encarga el zorzal (pájaro de la familia de los Tordos), al comerse los frutos (gayubas) al segundo año de ser polinizados, ya que defeca en los espinos, bajo los que prosperan las recién nacidas sabinas, por eso al lado de las sabinas jóvenes veremos rosales silvestres, enebros y sobretodo espinos, responsables de su supervivencia (ningún animal intentará comerse los brotes tiernos si se clava en las espinas).

Dejamos la pista secundaria, caminando monte través por un entorno que desprende magia serrana, respirando un aire que nos transporta a tiempos de leyenda: Los árboles han sido a lo largo de la historia venerados por distintas culturas en todo el planeta. En Occidente, el celta ha sido el pueblo que ha dejado unas huellas más profundas, por su estrecha relación con la naturaleza y el conocimiento que de ella extrajeron los druidas, inspirados en la magia estacional de los bosques, desarrollaron un horóscopo protector, que como la mayor parte de las culturas de su tiempo, se encontraba inexorablemente ligado a las fases de la luna.

Vamos a la caza de árboles majestuosos: primero una sabina de cuatro troncos, 

después, nos topamos con la “Abuela del Calarico”, una sabina casi seca de ramas retorcidas y tronco nudoso, 

esperando el destino de su vecina: 

una monstruosa encina tumbada por la podredumbre interna de su tronco, cuyos brazos aparecen diseminados a su alrededor; 

al poco se yergue majestuosa en este magnífico bosque, una portentosa encina 

y poco más adelante, otra gran sabina de dos troncos.

Dejamos la tenada a la izquierda, enlazando nuevamente con pista secundaria; 

descendemos un trecho cortando la pista principal, para subir monte través entre encinas dispersas y espeso matorral, en busca de la Cueva del Ciervo; a pesar de batir la zona a fondo, donde el mapa la ubica, no dimos con ella, además, la ladera no presenta formaciones rocosas de ningún tipo, que pudieran albergar cueva alguna; caso de existir, tiene que hallarse en los tajos a mayor altura.

Retomamos la pista, roturada en las Corralizas, nos obliga a pisar campo través, 

rectos hacia  dos bellos ejemplares de pinos laricios, 

uno de ellos parasitado con muérdago, 

cuya sombra protege a los rebaños de ovejas segureñas; 

también conocidos como negrales, salgareños o gargallos nos impresionan tanto por tamaño, como por el especial lugar donde se asientan; 

cruzamos la carretera a Fuente la Sabina cercanos al Cortijo de los Riveros; 

continuamos pisteando dejando a nuestra derecha la vallada pista de aterrizaje; rodeamos el Cortijo de las Rejas, 

dejamos la pista 

atajando a la izquierda, para enlazar con un ramal 

que nos conduce

 a las ruinas del Cortijo de Casa Quemada.

De nuevo la pista roturada nos hace descender al Arroyo del Abrevadero

 y su poza poblada de ranas; 

dejamos el arroyo caminando por la linde del pinar con los campos de cultivo, cortamos la carretera, para ascender por trocha y monte través por el Rincón de las Casicas, hacemos un alto junto a una gran encina desmembrada para beber agua, ya que el incipiente calor comienza a sentirse; 

alcanzamos las ruinas del Cortijo de las Casicas, 

me llama la atención un abultamiento en su pared, pero no corresponde a un horno o aljibe, ya que se halla pegado al muro, de lo que fue una chimenea (sellada ahora);

 en el dintel de los muros, servían de soporte los troncos de sabina al no pudrirse y ser muy resistentes.

Descendemos a la carretera de vuelta a la aldea Fuente la Sabina, 

nos desplazamos en los coches, para tomar el primer menú a dúo en una terraza de Barranda, tras el fin del confinamiento, correspondiente a la tercera ola de pandemia, según medimos ahora los malos tiempos.


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