Casas trogloditas-Badland de las Ramblas de La Isla y Belén
Accedemos desde la A-7, Salida 586, vía de servicio a la rotonda hacia Barqueros RM-C19, tras 1,75km, giramos a la izquierda por pista de tierra y aparcamos en 500 m.
Seguimos a pie por la pista hasta el inicio del descenso a la Rambla de Belén; casi pisamos a una culebra de escalera
moviéndose con lentitud,
debido a su falta de temperatura corporal dado lo temprano de la hora;
torcemos a la derecha bordeando los badland hacia las ruinas de una casa;
seguimos rodeando cortados, cuyas paredes verticales con formas caprichosas, aparecen seccionadas por algunas cárcavas.
Con mucho cuidado de no caer en alguno de los hoyos, caminamos hacia las casas trogloditas; la primera
dispone de restos óseos de una cabra,
su coqueto interior
posee un pequeño comedero,
tiene al lado otra habitación-cueva con cabecero
y arriba el agujero de la chimenea.
Poco mas adelante,
la segunda,
dividida en dos partes,
resulta menos pequeña que la otra, ambas disponen de chimeneas,
incluso con horno
y nidos de golondrinas
y avispas.
Retornamos unos metros, para descender por una pista rota al fondo de la Rambla de la Isla,
de abrumadora belleza,
con un paño de pared pleno de fenómenos geológicos, producidos por la acción erosiva de los agentes atmosféricos;
nos internamos brevemente por un ramal y vemos que no contiene nada de interés, aunque espantamos a un búho real.
Caminamos sin problemas entretenidos observando los pináculos terrosos de tintes rojizos debido a la arcilla;
cuando comienza a estrecharse aparece el barro;
llegados a un punto, valoramos salirnos, ante la dificultad de proseguir por el cauce tomado por la vegetación y un hilillo de agua.
Encaramos el contundente y corto ascenso al bode de los cortados; alcanzamos el final pistero de unas colmenas abandonadas, a nuestra derecha se halla el cabezo de La Isla (235 m);
mientras vamos bordeando un bancal de almendros, seis jabalíes a lo lejos, invierten el sentido de la marcha ante nuestra presencia, demasiado lejos incluso para el zoom del móvil premium; seguimos rodeando por sendero de cazadores un montículo,
que dispone al otro lado de pista; así no nos perdemos el paisaje de badland, con la erosión condicionada por fracturas verticales en los materiales margosos del Mioceno superior;
pasamos junto a un arco
y por el Mirador del Pirulo, un pináculo emergente sobre fondo de piping a unos 150 m.
Los abundantes pijolobos (Orobanche Phelipaea) rompen el duro suelo para sobresalir y abrir sus ramificaciones floridas;
alcanzamos el inicio de la rambla y la rodeamos entroncando con una pista agrícola,
la seguimos por la derecha en ascenso a la asfaltada de servicio al Canal del Trasvase Tajo Segura; descendemos con vistas del acueducto
y torcemos al fondo de la Rambla de Belén, donde observamos el cadáver de un Mus musculus o ratón de campo.
La trazada intuitiva o con huellas de las motos endureras, nos aboca a un cortado; por la derecha, desciende entre dos paredes
de nuevo al fondo ramblero; enlazamos con otro trazado hecho por las motos, lo seguimos unos metros a la derecha,
al parecer se pierde, aunque nos permite observar un par de “frailes”.
De nuevo en el lecho ramblero, observamos sucesivamente la erosión alveolar,
una franja estratificada que corta transversalmente el cauce (donde tomamos el mantente),
una yesera messiniense cuyas incrustaciones sobresalen relucientes del suelo,
zonas donde el barranco se va encajando sobre las margas y margocalizas marinas,
que le dan un aspecto grisáceo distinto del resto,
aparecen algunas manchas blanquecinas entorno a acelgas bordes que denotan surgencias salinas;
bajo la aldea de las Lentiscosas, volvemos a espantar de nuevo al buho real, se había cambiado de rambla ante nuestra presencia ya que son territoriales; aunque no me dio tiempo a retratarlo, a una caliza arenisca erosionada la bautizamos como Los Ojos del Buho donde se nos apareció.
Seguimos nuestra marcha intentando no perdernos detalle, cuando vemos otra chimenea de hada,
“El Monaguillo”, ya que es como un “fraile” pero en pequeño;
se nos va acabando el track
cuando torcemos a la izquierda, para salirnos de la rambla
a la llanura esteparia, donde nos espera solitario el coche;
fin de una exploración, que ha sido mejor de lo esperado, a tenor de los resultados obtenidos y el disfrute correspondiente. Mi agradecimiento a Paco, pues su valiosa colaboración me ha servido para marchar con cierta tranquilidad, ante cualquier percance imprevisto dada la naturaleza de la zona.
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