La Guillimona A Mi Manera
Partimos pista arriba
al cruce con la vuelta;
comenzamos a ascender por el Camino del Pinar del Duque, pasando junto a una antigua fuente,
con un pequeño aljibe tomado por los mosquitos;
tras 300 m, en plena curva,
tomamos un sendero pedregoso bajo pinar
enlazando con la pista que usaremos a la vuelta;
rodeamos la Caseta de Vigilancia bajo el Cerro de la Huesa,
descendiendo ligeramente por un bosque de pinos laricios
con abundancia de “gemelos” y hasta “cuatrillizos”.
Cruzamos el paso alambrado
descendiendo por la pista hacia la Tenada;
en la curva exploramos un sendero de cabras y retamas de escobas;
derivando por la izquierda entre agracejos pinchosos,
vamos ascendiendo por trazas a una pradería con setas;
alcanzamos la entrada al canchal;
lo cruzamos y,
apoyando manos, nos aupamos por un estrecho paso entre rocas; vemos abajo el detalle de un aprisco
y atravesamos por el nacimiento del Barranco Hoya del Espino; acometemos la fuerte subida entre cojines de monjas en flor,
que conforman una preciosa y tupida alfombra vegetal,
dotando al paisaje de un aspecto fantástico
y a nosotros inundándonos de alegría.
Un rebaño de ovejas huye espantado ante nuestra presencia, menos las cabras que se encuentran observándonos muy atentas desde su atalaya;
remontamos unos metros
a la Cuerda de los Buitres,
donde se encuentra el Vertice Geodésico de la Guillimona (2065 m),
limite separador de los términos municipales de Huéscar y Puebla de Don Fadrique.
Comenzamos a descender paralelos al vallado,
buscando la bajada por una vaguada al Barranco Hoya del Espino,
para remontar al paso y canchal;
comenzamos a separarnos del track de la ida, en la pradera
cuajada de pequeñas ornithogalum umbellatum conocidas como Estrellas de Belén.
Dejamos atrás los paredones donde sobresale la cabeza y ojos de un orangután,
pasamos junto a un pequeño monolito,
para descender por sendero pateado,
adentrándonos en un precioso barranquete con agracejos y bellísimas peonias.
Cruzando por el abrevadero
vemos a dos escarabajos aceiteros hembras “Berberomeloe majalis”, de hasta 7 cm;
cuando son molestados exudan un aceitoso líquido anaranjado (su propia sangre), cargado de un veneno llamado cantaridina,
en contacto con la piel produce ampollas, e ingerida inflamaciones en el aparato urinario y de paso una erección, antiguamente se consideraba un afrodisíaco.
Las larvas de las hembras del género Meloe (sin las rayas rojas) trepan a una flor y se agarran al pelo de la abeja, viajan a su nido y cuando la abeja está poniendo un huevo en una celdilla, se sube al huevo, la abeja sella la celda, la larva de aceitero se come el interior del huevo flotante, dentro de la delgada cáscara se transforma en un gusano, que se alimenta de miel y crece hasta llenar la celda.
Cortamos la pista atajando al cruce de la ida;
seguimos por la izquierda pisteando en descenso algo agobiados por el calor, vemos un arce blanco atacado por gusanos rojizos (canker) en sus hojas
y alcanzamos el aparcamiento; en el viaje de vuelta, avistamos en cuatro ocasiones ungulados
que cruzan la solitaria carretera del Puero del Pinar.
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