Batería Antiaérea de Sierra Gorda
Salgo caminando unos metros hacia el Noreste para tomar la pista hacia el Sur;
en la bifurcación (por la que volveré), sigo a la derecha;
cruzo un ramblizo
y comienzo el ascenso al Cabezo de los Cuernos, observando una joven y bonita cebadilla,
enlazo con el Sendero del Orfeo en un collado (155 m) donde cambio de dirección a la izquierda.
Acometo monte arriba la subida al Cabezo de San Juan (223 m), donde se encuentran las ruinas de un barracón
y su proyector,
con vistas sobre Escombreras y la Manga del Mar Menor,
desciendo al collado (181 m) de la pista; sigo por la derecha al siguiente collado (182 m), tuerzo a la derecha poco antes del cruce pistero (volveré por el de la izquierda). Aparecen algunas suaedas veras, plantas halófitas de hojas carnosas, frecuentes en suelos salinos y en zonas húmedas como en el litoral;
también veo unos escasos ejemplares de ruda que despide un fuerte aroma acre;
hay una muy buena representación de la vegetación mediterránea en esta Sierra Gorda; abundan los hinojos,
manrrubios, albardines, palmitos, cambrones,
pistáceas, espartos, estrellas de mar, cardos
… y en menor medida aparece la candililla (Aristolochia baetica),
especie iberoafricana de hierba perenne trepadora, antiguamente se usaba para provocar el parto a las embarazadas.
Mientras salvo el Barranco de Escombreras, observo las tres líneas de torres para la conducción de energía eléctrica hacia la refinería;
en medio de la pista aparece el cadáver de una liebre, plagada del ser vivo mas abundante de la zona: las cochinillas de la humedad o bichos bola, crustáceo cuyo exoesqueleto con forma de acordeón les facilita el enrollamiento, se alimentan de materia vegetal y restos animales.
Este tramo pistero, forma parte del recorrido de la “Ruta de las Fortalezas”, es rico en distintas clases de plantas, destacando las escasas y bellas tapeneras,
incluso aparecen algunas rocas con restos fósiles;
acabado el mismo, un corto sendero muy empinado me aupa a la pista militar.
Tras 50 m, a la salida de una curva muy cerrada, dejo la pista y me dirijo monte través, pasando junto a una enorme cebollana,
hacia las ruinas de los antiguos barracones, comedor y cocina, rodeados por trinchera defensiva que pueblan la Batería Antiaérea de Sierra Gorda,
tenía cuatro cañones Vickers de 105/45 antiaéreos, cuya misión era proteger tanto al grupo del Monte Cenizas como a la ciudad de Cartagena, su puerto, arsenal y el aeródromo de Los Alcázares, para lo que cruzaba sus fuegos con las baterías del monte Roldán, Los Dolores y El Conejo.
Disparaba un proyectil envainado de 15 kg de peso. El montaje de las piezas se completó durante la Guerra Civil de 1936-39;
sus cañones dispararon frecuentemente contra los aviones (principalmente italianos) que atacaban Cartagena, también lo hicieron contra las baterías del Calvario y San Julián; al acabar la guerra terminaron descalibrados; retirados en 1939, fueron reparados y trasladados al Ferrol.
Paso entre sus dos peculiares garitas de centinelas dejando la pista a la derecha; el espectáculo está servido: una inmensa ola de nubes intenta sumergir la Sierra de la Fausilla
y los aerogeneradores del Sancti Spiritus en su blanca envoltura;
tras echar un vistazo al paisaje, disfrutando también de la fresca brisa marina,
vuelvo por la pista entre edificios de repuestos, almacén, taller, salas de espoleteado, ascensores, direcciónes de tiro, transmisores, cochera y otros servicios semienterrados.
En el cruce pistero, sigo a la derecha pasando bajo un aljibe de ladera, con pequeño canal de recogida para el abastecimiento de agua de lluvia de la dotación artillera; van apareciendo delicadas clavellinas
y clemátides,
bastas morsanas
y viscosas en el monótono descenso;
en el primer cruce, dejo la pista a la izquierda por otra en peor estado, transcurre de vuelta al aparcamiento pasando por unos restos mineros con pozo insondable.
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