Cueva de Los Ramos-Cruz del Miravete-Senda de la Umbría-Cueva de Antonete Gálvez-Yesos de Torreagüera

 

Accedo desde la Costera Sur RM-300, pasando Torreaguera y subiendo por la Calle Caridad de Los Ramos al aparcamiento en la falda del monte Miravete (37°59'32.57"N 1° 1'54.24"W).

Inicio el ascenso por la izquierda del aparcamiento para ver la Cueva de Los Ramos, 

de gran tamaño, 

con desplomes y cámaras con escombros; 

poco mas adelante, la siguiente cueva se halla tapiada; 

la pista comienza a tomar pendiente, cuando veo acercarse

al macho cabrío

 con dos de sus cabras, ahora asalvajadas al escaparse del recinto que las custodiaba; una de ellas espera al borde del camino

 mientras que el macho frena a la otra. 

En la bifurcación pistera

 continuo a la derecha; por la izquierda es un poco mas largo y menos contundente el ascenso, lo hago siguiendo una tubería entubada en la zona de Los Eslabones, 

tras solventar la pendiente, enlazo con la pista anterior en el Collado de Las Majadas (334 m); 

la sigo a la derecha pasando por una zona de pinos tronchados por el viento y me acerco a una inmensa balsa.

Vuelvo a la pista entroncando con la que, por la derecha, me pone bajo la Cruz del Miravete, subo el repecho al vértice geodésico del Miravete (427 m) 

vislumbro La Panocha en la Cresta del Gallo, Los Mamellones, Columbares, gran parte de la Vega del Segura, las Sierras de Espuña, Ricote, Orihuela, Carche y de la Pila, el embalse de Torremendo, etc. 

Tirando de hemeroteca al menos he estado aquí en 5 ocasiones a pie y otras muchas en bici.

19 y 27 Mayo de 2015

 31 Enero 2017

 17 Febrero 2019

 14 Abril 2023

Desciendo desde el Gran Mirador de la Huerta de Murcia, 

atento a girar a la izquierda por La Senda de la Umbría, PR-MU 40, 

abrupta y paralela al Barranco de la Higuera, 

en una de sus tornantes aparece otra de las muchas cavidades que horadaban el monte en busca del oro del Miravete; 

poco mas abajo a la izquierda del sendero me acerco a comprobar unas antiguas canteras de yeso -o minas a cielo abierto- con restos de silos y hornos; su explotación viene de los árabes. Las piedras de yeso (aljez) se cocía en hornos para triturarlo, transportarlo y venderlo.

Dejando el sendero principal por otro pateado en ascenso me permite alcanzar la entrada a la Cueva de Antonete Gálvez, natural de Torreaguera, lideró la sublevación cantonal para proclamar la I República Española. 

Puesto de frontal acometo los 100 m aproximadamente de largo que tiene esta cueva 

con galerías a ambos lados, 

aunque una de ellas, según cuenta la leyenda Antonete, la utilizaba como pozo

 para descender al Huerto de San Blas, donde estaba la vivienda de sus suegros; ¡cualquier se atreve a comprobarlo!

Tras la breve exploración sin encontrar ningún murciélago por cierto, desciendo por el canchal formado por los estériles de esta cueva

 para ver El Conjunto de Yesos de Torreagüera; dos de los tres hornos han sido restaurados, dan testimonio de que ya en tiempos de los romanos, las canteras y los hornos yeseros convirtieron la sierra en industria. 

Sus estructuras de mampostería trabadas con yeso se ubicaban en zonas con pendiente variable, 

para facilitar el acceso a los trabajadores al interior del horno, cuya estructura abovedada contenía la leña y, sobre ella, se disponían las piedras ricas en yeso -o aljez-, cociéndolas durante unas 10 horas. 

Una vez deshidratado, el yeso era trasladado a las eras de molienda, donde se trituraba y quedaba preparado para su uso en la construcción.

Paso en la bajada

 junto al cementerio donde se hallan enterrados los restos de Antonete Gálvez, labrador, político y revolucionario español, condenado a muerte dos veces y exiliado en ambas ocasiones, regresó a su tierra un año después para luchar contra la epidemia de cólera que estaba asolando la región, La Guardia Civil se presentó en el entierro de su esposa para detenerle, pero la aureola de héroe que Antonete despertaba en todo el pueblo le procuró la libertad una vez más. 

En 1891, la justicia se pronunció, finalmente, a su favor quedando eximido de cargos y libre para regresar a su casa, siendo elegido concejal del Ayuntamiento de Murcia. 

Gálvez murió el 28 de diciembre de 1898; la iglesia le negó cualquier sacramento prohibiendo su entierro en suelo santo, tuvieron que transcurrir 50 años más para que reposara en el cementerio de su pueblo natal junto a paisanos y familiares.

Camino por las calles de Torreagüera, tratando de no perder altura, en busca de la pista de tierra de la Calle Cartagena, 

por la que rodeo una conservera

 al aparcamiento, fin de ruta.

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