El Traqueadero y el Corciol de Boniches

 

Tras el paseo mañanero por la “Playa, Puente, Presa, Horadada e Hidroeléctrica de Cristinas”, aparcamos en la explanada bajo tres grandes álamos a la entrada al pueblo de Boniches, ubicado en el corazón del antiguo Marquesado de Moya, provincia de Cuenca.

Es Boniches, localidad agrícola y ganadera, de actividades relacionadas con la caza y la explotación de los montes comunales; gran parte de la población pertenece la tercera edad, con un pequeño número de niños en edad escolar; precisamente su falta provocó en la década de 1980 el cierre de la única escuela del municipio; de las 305 viviendas censadas, la mayoría son de segunda residencia, estando concurrido cuando se celebran las fiestas patronales (Agosto).

Salimos desde la explanada por la CM-2250 hacia el puente sobre el Arroyo de Valhondo y Los Cerezos; 

por la Vereda de las Cabezuelas pasamos la Fuente del Estrecho;

 el cruce a la derecha

 nos lleva al puente sobre el Rio Cabriel en El Pozo Las Mulas.

Junto a la explanada de la edificación, tomamos un sendero



 con vistas de “La Puente” un puente destruido por una riada

 y el pino de los tres brazos (no se trata del Pino de las Tres Garras), 

ataja a la pista de los Ringorrangos por el PR-CU66; caminamos por las Huertas de Los Llanos

 a uno de los tres molinos de la zona (uno harinero, el molino de la Herrería y otro para generar electricidad); también existieron una serrería, una herrería y una tejería.

Lo rodeamos por sendero

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 hacia el espectacular Traqueadero Traqueaero o Traqueiro, bordeamos por la derecha la casa construida en el año 1841, ahora totalmente restaurada y equipada para el turismo rural (el Molino de la Herrería). 

El río Cabriel aprovechando un desnivel del terreno se divide en dos “brazos”, permitiendo que tres molinos se aprovecharan de la fuerza natural del agua para desarrollar sus tareas de molienda.

Cruzamos un rústico puente

 y vamos recorriendo las sucesivas cascadas, siendo el primer salto el de mayor altura, 

conocido como el Traqueadero, nombre que debe provenir de la palabra traquetear “hacer ruido o traquidos, debido al fuerte sonido”, que en este caso sería del agua.

Tras la exploración de sus encantadores rincones, 

vuelvo a reunirme con Rosa rodeando el viejo molino; 

seguimos la pista de la ida hasta el cruce, 

giramos a la derecha 

pasando bajo un bosquete de pinos laricios, negrales o salgareños. 

Alcanzamos el desvío por sendero hacia el Corciol; 

remontando por el margen izquierdo de la Rambla del Navazal, con zonas donde extremar la precaución por la piedra suelta y la inclinación de los conglomerados; 

de nuevo encontramos esta cascada estacional seca.

Retornamos a la pista pasando junto a algunos robles, cuyo fruto (la bellota), presenta excrecencias esféricas (cecidias o agallas), son tumores producidos al defenderse el árbol de las larvas depositadas por avispas en sus tallos, 

igualmente apreciamos como crece el musgo en la parte de los troncos que dan al Norte, muy útil en casos de orientación.

Continuamos observando cerezos a la vera del camino; 

giramos a la izquierda pisteando junto al Río Cabriel, 

disfrutando del entorno otoñal, 

se van sucediendo: una elevada conducción de aguas que atraviesa el curso fluvial, 

una piedra tobácea muy original (los travertinos o tobas son producidas al deslizarse por el suelo las aguas, se cargan del CO2 debido a la actividad biológica de vegetales y bacterias, habiendo disuelto las rocas calcáreas del acuífero durante su trayecto subterráneo. Cuando el apoyo vegetal muere y desaparece, deja el hueco que antes ocupaba vacío, de ahí la porosidad de aspecto cavernoso que presenta la toba), 

un manzano tiene su tronco parasitado por el hongo Inonotus Hispidus, cosa rara ya que prefiere las encinas; 

Rosa prueba la uva salvaje de un parral abandonado con poco éxito; 

salimos a la pista de la ida y descendemos a la Poza de las Mulas,

 de aguas cristalinas, 

conocida como la playa de Boniches.

Mientras cubrimos la distancia al aparcamiento, 

me llama la atención un viejo árbol atacado por el “pollo de las maderas o del bosque”, el hongo Laetiporus sulphureus (seta estante azufre). 

Nadie está a salvo de enfermedades.

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