Cascata da Faia da Água Alta


Accedemos desde Mougadouro  (IC5), Salida Nº 19 al pueblo de Tó, o por la N-221, como fue nuestro caso; después tomamos en la bifurcación dirección Bemposta y aparcamos en la aldea de Lamoso.


El fronterizo río Duero entre Portugal y España, ha labrado una cuenca abrupta y escarpada, donde numerosos arroyos le tributan sus aguas en época de lluvias, 




es el caso del Ribeira de Lamoso, con una cascada de al menos 40 m de altura, 


denominada en portugués “Cascata da Faia da Água Alta” (donde faia en castellano es Haya); 


enclavada dentro del Parque Natural do Douro Internacional y ubicada en los Arribes del Duero, 


se encuentra muy cerca de la frontera con las provincias de Zamora y Salamanca.


La ruta parte de la pequeña aldea de Lamoso, balizada 


y señalizada por un panel informativo donde el PR4, es uno de los 8 de tiene MouGaDouro (MGD). 



Descendemos por la pista en buen estado, entre gordolobos y algún almez; 


la vaguada a nuestra izquierda, se encuentra con olivos y la zona alta de su ladera con parrales; 


en 730 m llegamos a un aprisco, 


donde comienza el alcornocal, 


aparecen las encinas y una vid germinada entre retamas, pero esta zona no tiene mayor aliciente.


El camino se encuentra en buen estado, pero si hay que bajar en coche por él, mejor en un vehículo de plataforma elevada tipo “todocamino” mínimo; 


hemos hecho 1 Km y 350 m hasta el pequeño refugio construido en madera; 




iniciamos desde aquí un sendero circular equipado con escalones, puentes, barandillas de madera y cuerdas, para salvar el desnivel que vamos a afrontar.


Cruzamos por el corto Puente Alto sobre la cascada, 


que al ser primeros de julio, no cae ni gota y encima hace calor; 



pero es lo que toca; 



venimos del Parque Natural de Xures (Galicia) y el Nacional de Gêres (Portugal), donde hemos disfrutado de las Cascadas Corga da Fecha y Portal Do Home; nos dirigiremos después a ver la Cascada de Los Humos también seca.
En el cruce de senderos, 


seguimos bajando a la derecha con precaución por el trazado sinuos; 


vemos el largo Puente Bajo de la cascada, 



las vistas serían mejores desde sus tablones de madera, 



si hubiese una buena caída de aguas, al menos no tenemos que preocuparnos de los resbalones producidos por la humedad.



Iniciamos el ascenso admirando la paleta de colores que presentan las paredes de los riscos; grises graníticos, verdes musgosos y arbóreos, blanquecinos calcáreos, rojizos desconchados, dorados del matorral agostado por el sol y marrones terrosos.



Me acerco por un ramal acondicionado a otro mirador de la cascada, ya sin medidas de protección, veo una traza senderil que conduce bajo la cascada, 


mi primer impulso es echar un vistazo, pero no aconsejo intentar pasar, ya que es peligroso por la posible caída, 


al intentar cruzar el paso estrecho e inclinado de acceso; con la roca mojada sería nefasto.


De vuelta, 



toca ascender pisteando; en uno de los muchos hormigueros del camino, intentan hacerse con una pieza que les sobrepasa, un escarabajo que se ha parado a su lado, 



se las sacude fácilmente y continúa su marcha acalorado con su coraza.

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