Ruta de los Petroglifos de El Valle: Cerillares, Cañejar y Garruchal
Comienzo mi ascenso por la monótona Pista a la Cantera del Feo,
sigo a la izquierda en su bifurcación hacia el Collado de la Piedra;
en dirección al cerro de las Columnas,
hago mi primera parada enfrente de la Senda
del Ismael, donde se hallan los Petroglifos de Los Cerillares, es el conjunto
que más dudas plantea acerca de su autenticidad por obra humana, debido a lo
deleznable de la roca y los alvéolos de origen geológico, ya que se extienden
por todo el paraje, donde las areniscas rojizas han sido alteradas. El conjunto
está constituido por dos rocas planas.
La palabra petroglifo deriva del griego pétra que significa piedra y glýphein que significa tallar, grabar o cincelar, su diseño simbólico grabado en roca desgastando su capa superficial provienen del período Neolítico;
se le atribuyen valores mágicos o sagrados, al igual que sean marcas
de vías de comunicación transitadas desde antiguo y utilizadas, como balizas o
jalones, por cazadores o por pastores trashumantes.
Retrocedo al Collado de la Piedra para seguir la Pista de la Mina del Cerrillar o Camino del Apóstol; una vara de San José o Gamón me recuerda que estamos a 19 de marzo;
enlazo con la Pista del Relojero hacia la Cresta del Gallo;
dejo atrás el collado
y en 60 m, tomo una trialera a la derecha en descenso pronunciado atajando al Sendero del Cañejar,
continuo por la derecha a la bifurcación, sigo a izquierda rodeando Morro Redondo (449 m);
hago una parada en el mirador
disfrutando de las vistas sobre la Cresta del Gallo,
Mamellones, Puntarrón, Columbares y Murallas de King Kong.
Comienzo el descenso ahora complicado por las pasadas y también presentes lluvias; me hicieron optar por tomar pistas en vez de senderos cuando fuese posible; voy con precaución clavando bastones por lo resbaladizo del firme en las pendientes;
entre la vegetación circundante aparecen lentiscos, tomillos, romeros, el bayón y las jaras;
llego a Los sencillos
motivos del Cañejar, apenas tres grandes cazoletas, una semicircular, otra
cuadrada y la última ovalada, todas interconectadas por canalillos someramente
trazados en la roca, nunca rebasan el metro de distancia y oscilan entre los 40
y los 60 cm.
En la región de Murcia los petroglifos fueron descubiertos en por Cayetano de Mergelina (catedrático de Historia del Arte de Murcia y creador del Seminario de Arqueología) en el monte Arabí de Yecla (1922);
a mediados del siglo XX las excavaciones del yacimiento del Bronce de la Bastida de Totana, proporcionaron algunos bloques pétreos con insculturas de cazoletas y canalizos, instalados dentro del poblado y en medio de un recinto sacral;
su
función admite varias probabilidades: eje cósmico de reunión, ara de
libaciones, mapa astronómico, cartografía terrestre, etc.
Acabo el descenso cortando la Rambla de Los Serranos, inicio la subida por sendero hacia terrenos abancalados con eucaliptos y cipreses,
encontrando muchos desgarbados como
corresponde a un ambiente natural (las formas piramidales aparecen y se
mantienen debido al cultivo); su resina se ha empleado en perfumería, sus hojas
y gálbulos han sido quemados como incienso desde tiempos antiguos; el aceite
esencial destilado a partir de ramas de C. sempervirens, se emplea aún hoy para
mejorar la circulación y sus hojas como
astringente, insecticida y tinte capilar.
El hecho de que nuestros cementerios estén poblados de
cipreses, se justifica ya en la Eneida de Virgilio, describiendo su uso para
rodear la pira funeraria, con el fin de combatir los malos olores desprendidos
del cadáver por la exhalación de su perfume y evitar la contaminación simbólica
que conlleva la muerte; otros usos lo relacionan como elemento decorativo en
jardines o línea fronteriza lindes de fincas, aunque la alusión del ciprés en
Occidente, está relacionada con el ámbito funerario, la inmortalidad (característica
común muy atribuida a las coníferas), la generación y el alma.
Dejando atrás el “Getsemaní de la Umbría”,
corto una pista
para sendear por la vistosa Umbría de Los Sánchez,
su casa en ruinas
y vistas sobre la muralla;
enlazo con la pista Serranos-Puros, la sigo en ascenso hacia el Camino de los Puros; desde su verja, desciendo largamente
entrando por la pista asfaltada a la zona de viviendas; un simpático burrito
se me acerca
antes de llegar a la curva cerrada, donde giro en ascenso por la Pista del Cañarejo.
Las vistas desde la balsa sobre el nuboso cielo y el verde valle ya merecen la pena;
entre “pijolobos”,
yesos
y chispeo
llego al quebrado sendero de subida al Cabezo Pascual;
tiene una antecima previa a su coronación,
donde se encuentra el conjunto disperso del Garruchal, fragmentado en varias rocas, aunque próximas entre sí;
a mediados del s. XX se realizaron labores de reforestación y aterrazamiento, pudiendo haberse visto afectados o partidos en su ubicación original los bloques con petroglifos y dispersos los fragmentos;
los motivos
son relativamente sencillos; la roca principal con petroglifos fue calzada por
para adquirir horizontalidad.
Los petroglifos de Los Cerillares, Cañejar y Garruchal debieron ejecutarse en el amplio período
cronológico Neolítico-Calcolítico; aunque la proximidad geográfica del
yacimiento argárico del Puntarrón Chico, en especial la estación del Garruchal,
podría acercar la cronología al Bronce Medio.
Vuelvo a la pista en descenso
a la asfaltada de Los Serranos, en cuyo inicio me espera Rosa con el coche, ya que por su longitud esta ruta es lineal; cabe destacar el hecho curioso de estar conformando las tres estaciones de petroglifos, una línea recta imaginaria de 6.826 m con orientación Este-Oeste (salida y puesta del Sol).
Un reportaje magnífico , muy bien documentado.
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