Sendas Ojados y Feo-Explosivos Rio Tinto-Escombreras-Baterías Sierra Gorda y Frente Izquierdo-La Parreta

 

Accedo desde Murcia por la A-30; sigo por la CT-34 a la N-332 (Carretera de la Unión), aparcando en el Km. 4.2 a la entrada de Biosteel, S.L. empresa Servicio de gestión de residuos (37°36'36.23"N 0°55'34.92"W).

Parto al Alba cruzando la vía del FEVE y avanzado recto en el cruce, por la empinada Senda de los Ojados. En el descenso,

 paralelo al Acceso de la Dársena de Escombreras,

 rodeando Sierra Gorda, me desvío 

a las antiguas instalaciones de la Fábrica de Explosivos Rio Tinto,

 conglomerado empresarial español que estuvo activo entre 1970 y 1989. Estuvo presente en numerosos sectores de la economía: minería, metalurgia, industria química, industria petroquímica, explosivos, etc.

El sistema constructivo adoptado se caracterizaba por la cimentación mediante zapatas de hormigón armado con la estructura de arcos de descarga parabólicos de sección variable, aunque ya no queda mucho de lo que fué.

 

Tras rodear las instalaciones, incluidos dos cortos trechos monte través en la explanada de la Porpuz, a la pista de la Rambla de Escombreras y la carretera de la refinería.

Rodeando la Dársena de Escombreras 

me aparto por la pista pedregosa e incómoda

que asciende 

por encima del túnel 

al cruce pistero con la Batería de Costa Comandante Royo y el Castillo de San Julián; 

por la izquierda, dejo la pista por el sendero que recorre por arriba las antiguas Baterías de Trincabotijas Alta; 

la decisión de la Monarquía de que la flota de Galeras de España invernase en Cartagena (1667-1670), exigía proyectos que reformaban las fortificaciones, y mejorasen las infraestructuras portuarias al nuevo reto. 

Se estableció una batería en La Podadera (San Juan de la Podadera), que combinase sus fuegos con la de Trincabotijas, impidiendo la entrada de buques enemigos en la rada cartagenera, pionera de este tipo en la defensa, consistente en disparar a la línea de flotación de los navíos, exigía para el disparo de costa unos asentamientos de baja cota para realizar tiro rasante; perdió gran parte de su utilidad al crearse la cercana Batería de Aguilones, fue empleada tras la Guerra Civil como polvorín, haciendo desaparecer en 1950 dos de los seis asentamientos para cañones, cuando hubo una explosión.

Hago una parada en su mirador, 

volviendo a la pista en descenso

hacia la playa de Cala Cortina 

entroncando con la carretera tras el túnel; me fijo si desde el aparcamiento han abierto el reciente paso a través de las baterías de costa, pero dado lo temprano de la hora no veo a nadie y sigo por el segundo túnel, a su salida, 

observo que se halla abierto y hago su tramo de 445 m con carteles informativos de las baterías del frente izquierdo: San Isidoro y Santa Florentina, Santa Ana Acasamatada y Santa Ana Complementaria.

Tras la visita, prosigo por el carril compartido de la bocana del Puerto de Cartagena, con vistas del Fuerte de Galeras. En el reinado de Carlos III (1759-1788), se edificaron los castillos dirigidos por los ingenieros militares Zermeño y Llobet: Castillo de los Moros, Castillo de la Atalaya, Castillo de Galeras y Castillo de San Julián. El Castillo de Galeras debe su nombre al tipo de barcos refugiados bajo él, la fortaleza original fue modificándose a medida que cambiaban las técnicas de fortificación, los barcos y las armas; se eleva a 219 m en la cumbre del Monte de Galeras.

Se percibe así mismo el Espalmador Grande con sus dos grandes túneles horadados en la roca para servir de refugio a los buques submarinos en caso de bombardeo de la aviación. Finalmente los túneles fueron utilizados como almacén de material logístico del Arsenal de Cartagena.

Aprovecho para tomar el carril bici del Muelle de la Curra al espigón portuario con faro, 

observando los barcos y pescadores que lo pueblan; 

de salida pedaleo por carril bici hasta la salida por la pista que, cruzando la Rambla del Cobre, donde la enorme chimenea del Cabezo de San Pedro preside el paisaje; 

giro en Los Grifos 

hacia la Barriada de Santiago saliendo por su campo de futbol, 

la pista se convierte en el Sendero de Feo, 

con un tramo trialero de buena pendiente y roto donde empujar la bici.

Alcanzo el cruce pistero e inicio el ascenso entre la vegetación mediterránea, en esta Sierra Gorda 

donde abundan los hinojos, clavellinas, morsanas, viscosas, marrubios, cebadillas, albardines, palmitos, cambrones, pistáceas, espartos, estrellas de mar, cardos, tapeneras

 y la candililla (Aristolochia baetica), especie iberoafricana de hierba perenne trepadora, antiguamente se usaba para provocar el parto a las embarazadas.

La pista militar pasa bajo un aljibe de ladera, con pequeño canal de recogida para el abastecimiento de agua de lluvia de la dotación artillera, 

se adentra entre garitas de centinela, edificios de repuestos, almacén, taller, salas de espoleteado, ascensores, direcciones de tiro, transmisores, cochera y otros servicios semienterrados.

Tras echar un vistazo a la Sierra de la Fausilla, doy la vuelta entre las ruinas de los antiguos barracones, comedor y cocina, rodeados por trinchera defensiva que pueblan la Batería Antiaérea de Sierra Gorda, 

tenía cuatro cañones Vickers de 105/45 antiaéreos, cuya misión era proteger tanto al grupo del Monte Cenizas como a la ciudad de Cartagena, su puerto, arsenal y el aeródromo de Los Alcázares, para lo que cruzaba sus fuegos con las baterías del monte Roldán, Los Dolores y El Conejo. 

Disparaba un proyectil envainado de 15 kg de peso. El montaje de las piezas se completó durante la Guerra Civil de 1936-39; sus cañones dispararon frecuentemente contra los aviones (principalmente italianos) que atacaban Cartagena, también lo hicieron contra las baterías del Calvario y San Julián; al acabar la guerra terminaron descalibrados; retirados en 1939, fueron reparados y trasladados al Ferrol.

Tras el fulgurante descenso, 

cruzo una plantación 

y el de la ida para repasar las interesantes minas alumbreñas del Complejo Minero de La Parreta (Los nombres de las principales minas son: “Alfonsico”, “Manolita”, “San Simón”, “Nuestra Señora de los Ángeles”, “Impensada”, “San José”, “Providencia” y “Carmen y El Faro); 

voy descubriendo oficinas, talleres, y en las cercanías del edificio administrativo, el lavadero San Ignacio, 

las tolvas, el comedor etc.; 

desde 1930 pasaron a manos de la Sociedad Minera y Metalúrgica de Peñarroya. 

Solo me resta pedalear en descenso de vuelta al cruce y aparcamiento, volviendo a cruzar las vías dejándole paso al tren.

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