Ruta de Los Misterios: El Orfanato de El Valle y El Tribunal de la Inquisición de Alcantarilla

 

Parto clareando el día, desde el decorado Auditorio Victor Villegas 

por el carril bici de Ronda Sur y la Carretera de Santa Catalina

 a Plaza del Charco en Santo Angel, en subida por el Verdolay al Convento de Santa Catalina del Monte; 

salgo a la carretera de El Valle, 

pasando por el lateral del centro de interpretación, 

accedo por la derecha al aparcamiento público y sede central del Centro de Coordinación Forestal, donde se ubican los bomberos forestales.

Mi primer objetivo es obtener imágenes del antiguo orfanato, para ilustrar el misterio que lo envuelve. 

Acabada la Guerra Civil española (1936-1939), a los niños que quedaron sin familia que los acogiese, se les internaba en este complejo llamado Hogar Escolar Castillo de Olite;

 funcionó como orfanato desde 1940 a 1975; creado por el gobierno franquista y bajo estricta disciplina, se aleccionaba a los niños lidiando con la miseria y el hambre de hasta 160 huérfanos; el edificio consta de 2 plantas, sótano, piscina, vestuarios y pista de baloncesto.

Tras la muerte de Franco en 1975, las instalaciones fueron abandonadas definitivamente, actualmente su estado de ruina resulta un peligro por los derrumbes y se hallan valladas. 

Para algunos tiene cierta fama de lugar embrujado y siniestro, albergando una energía negativa fruto del sufrimiento de los huérfanos; 

dicen sentirse presa del desasosiego al internarse en su interior, quizás por la influencia de fuerzas oscuras o por el peligro de hundimiento que acecha a cada paso.


Lindando con las ruinas del viejo orfanato se halla el Centro de Recuperación de Fauna El Valle, 

desempeña trabajos de investigación, recuperación y rehabilitación de especies de fauna silvestre; 

lo rodeo 

para pistear cortando la Rambla del Valle hacia un entorno de trepadoras; 

desciendo para cruzar por el puente de madera 

hacia una calera, 

el vivero forestal

 y las instalaciones del Valle Perdido.

Desde el Sendero de las Trincheras, 

realizo un descenso rematando con toboganes divertidos

 para cruzar bajo la A-30 y seguir pedaleando por un tramo de carril bici; 

cruzo la Rambla del Valle 

y una extensión de terreno por urbanizar, 

para coger el carril bici de la Costera Sur a la pasarela del Palmar.

Voy derivando por caminos de huerta 

hacia La Dava 

y Estación Intermodal; 

como mi camino de siempre esta cortado por las obras, atajo al Carril Cascales 

para plantarme en la Plaza de Cayitas enclave del edificio Casa Cayitas, sede del Tribunal Comarcal de La Inquisición entre los siglos XVII y XVIII (el otro objetivo de la ruta); primero hago foto del mural durmiente, 

la repujada bruja (Baba Yaga o Kuruja?)


y la altiva Chimenea de la Fábrica de la Esencia (que se me olvido incluir en la Ruta de las Chimeneas Fabriles), 

después, las fotos de este lugar dotado de misterio.



Aunque en la actualidad Alcantarilla sigue haciendo honor a su pasado como “pueblo de brujas” representando en sus fiestas el juicio y la quema de una bruja, el origen proviene del edificio Casa Cayitas; cuenta con un relieve del escudo del Santo Oficio



 y una pequeña ventana a ras de suelo, única fuente de luz de lo que una vez fueron los calabozos; cuenta la leyenda que, al caer la medianoche y reinar el silencio, se escuchan lamentos provenientes del sótano, donde estaban las mazmorras.

Ahora es la sede del Archivo Histórico Municipal de Alcantarilla, un palacete construido en el siglo XVIII, 

en su fachada principal preside el escudo con los símbolos de su heráldica, una cruz, flanqueada por la espada y el laurel.

Algunos afirman que entre sus muros se juzgó a mujeres acusadas superstición y brujería (Injurias, manejos impíos, sospechas de herejía... delitos contra la fe), además de otros pecados contra natura de la época como la sodomía o la prostitución, siendo sus mazmorras escenario de los lamentos de los condenados antes de ser trasladados y ejecutados. 

Las mujeres fueron las principales afectadas, como lo atestigua la lista de personas acusadas y enjuiciadas. Los juicios se usaron a menudo para dirimir diferencias personales entre vecinos, para apropiarse de tierras y propiedades.

Estudios bien documentados atestiguan que La Inquisición de Murcia solo tenia un Tribunal y juzgaba exclusivamente en la capital. En Alcantarilla jamás hubo un Tribunal, ni se juzgó a nadie en la localidad. Los cientos de casos de juicios inquisitoriales se encuentran en el Archivo Histórico Nacional de Madrid y ninguno tuvo sede en Alcantarilla. Tampoco juzgó a brujas, a lo sumo acusó de hechicería a algunas mujeres; entre ellas solo existe un caso relacionado con Alcantarilla, por lo que la frase de “Alcantarilla tierra de brujas” se la inventó algún atrevido.

Entre los acusados mas relevantes por la Inquisición de Alcantarilla (y juzgados en Murcia), fueron dos frailes del convento franciscano de Mínimos, por pedir favores sexuales en confesión: “El confesor solía ser un hombre relativamente joven, tentado por la intimidad que presta el confesionario, la penumbra de la iglesia y los imperativos de su masculinidad, ante la lozanía juvenil del sexo contrario”; de hecho, las solicitadas eran, salvo excepciones, mozas veinteañeras o jóvenes recién casadas; y luego está el caso de la “hechicera” Ginesa Pascual; nacida en 1655, al cumplir los 62 años, viuda y pobre, fue juzgada junto a la totanera María Oliver en 1717 y castigada a salir en auto público de fe, con insignias de hechicera y condenada a cuatro años de destierro.

Retorno callejeando intentando respetar las direcciones obligatorias; 

me queda a mano echar un vistazo a la antigua fábrica de hielo de Alcantarilla, conservera después por nombre Esteva y ahora en proceso de reconversión en Museo de la Conserva.

Pasando por Puebla de Soto, pueblo vecino al de mi niñez, me pregunto con quien asustarían a los niños aquí, ya que cada pueblo tiene sus propias leyendas locales, supersticiones y monstruos 

como “El Sacamantecas”, “El Tío del Saco”, “El Coco”, “El Ogro” incluso “Las Ánimas Benditas del Purgatorio”. 

En mi caso, en La Raya, el enemigo de los niños con el que nos amedrentaban a menudo era “El Tío Saín”, acechante en la oscuridad, si te pillaba te “sacaba el saín”, no te explicaban las madres en que consistía pero seguro que era algo tan, tan, malo que debías obedecer y estar en casa a la hora de dormir; al cabo de mucho insistir, fascinado y desconfiado ante la llegada de algunos mendigos que tocaban a la puerta, al fin confeso mi madre que era para sacarles a los niños la sangre o la grasa del cuerpo (el saín es la grasa de los animales) y arrojarlos al pozo.

El mito del "Tío Saín" relata que era un personaje real, que hasta hace unos años se le veía embutido bajo un sombrero gacho, negro y grasiento, de fieltro raído; quienes manifestaron haberle visto la cara, afirmaban que tenía una mirada torva. El Coco viene si se le invoca para llevarnos, infunde pánico, miedo cósmico, porque nadie que lo haya visto ha vuelto para contarlo.

El Hombre del Saco es un secuestrador que vagabundea por las calles en busca de víctimas, 



si te atrapa, desapareceras para siempre y nadie sabrá de tí (“El país de irás y no volverás”); el miedo cerval que provoca, se basa en que siempre ha habido secuestradores de niños.

El “Sacamantecas” es su variante, con el añadido al secuestro el de la descuartización, desangrado y extracción de grasa con fines rituales o en la elaboración de ungüentos curativos y elixires de juventud; las madres lo utilizaban indistintamente como el “Tío Saín”. Tras este folclórico elenco, se esconden casos que justifican el origen de estos mitos como El crimen de Gádor 

en la figura del “Tío Saín” o “El Hombre del Saco” y el caso del “Sacamantecas” se sustenta en la truculenta historia de un violador y asesino en serie, Juan Diaz de Garayo (Vitoria), 

cuyo modus operandi consistía precisamente en la mutilación de sus víctimas y la extracción de vísceras.

Aprovecho un atajo 

para acercarme al área del Molino de la Olma, 

donde reposan los restos de la fábrica de conservas vegetales, Sucesores de Rafael Pérez Orenes; 

por la mota del río 

y cruzando el Puente del Soto, me desplazo por la carretera

 hacia el Molino de Los Canalaos. 

Pedaleo por caminos y carriles de la huerta

 al Paseo del Malecón

 y el carril bici 

de vuelta a la salida.

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