Cotos Salmoneros del Sella-Villanueva-Iglesia de San Pedro-La Aldea-Llueves
Partimos desde el Frontón municipal en La Barriosa de Cangas de Onís,
cruzamos por la zona ajardinada, descendemos por escaleras de madera a la pista ribereña del Río Sella;
nos desplazamos entre cotos salmoneros (Golondrosu, Brezu y Capitán)
con algunas islas de vegetación en medio del rio,
de la que se aprovechan los patos;
el trazado coincide con el recorrido R2 Trail Running Center y el GR-109.
Entramos en el pueblo de Villanueva
rodeándolo junto al rio, para echar un vistazo desde su puente;
seguimos callejeando entre paneras
hacia el monasterio de San Pedro de Villanueva, edificado originalmente a mediados del siglo VIII por orden de Alfonso I, tercer rey de Asturias,
en conmemoración de su antecesor Favila, hijo de Don Pelayo (según leyenda en este lugar murió el rey Favila en una cacería a consecuencia del ataque de un oso).
En el S. XII los monjes benedictinos impregnaron en la ermita el estilo románico; la iglesia conserva tres ábsides románicos construidos en sillar, a sus pies perviven los restos del claustro románico primitivo de finales del s. XII;
el monasterio fue abandonado en 1835 tras la desamortización de Mendizabal, quedando la ermita como iglesia parroquial; el conjunto fue declarado monumento nacional en 1907
y la última gran remodelación se realizó a finales del S. XX, para convertir el convento benedictino en el actual Parador Nacional.
Volvemos brevemente sobre nuestros pasos y comenzamos a subir rodeando por la zona Norte la población; vamos distraídos recogiendo nueces del camino arrastradas por el agua de lluvia, pasamos junto a una torre defensiva;
llegados a dos bifurcaciones, en la segunda seguimos a la derecha,
entrando en bosque cerrado,
cruzamos el arroyo
encontrando algunas avellanas, en este húmedo suelo con un poco de barro y profundos surcos; pasamos por un acebal
adentrándonos en zona umbrosa de hayas, castaños y robles.
Un trecho del camino en fuerte ascenso, se ve recompensado por las castañas que recogemos del suelo abiertas de sus zurrones;
finalmente a la entrada de La Aldea,
una higuera nos permite comer unos higos; sus viviendas son cuando menos insólitas en su decoración,
con abundancia de objetos estrafalarios, muchos de los cuales sirvieron para el trabajo artesano o de campo y ahora decoran los huertos, casas, hórreos, paneras y cobertizos.
En el descenso
cruzamos la aldea de Llueves, cargadita de paneras de gran tamaño y con diferente grado de antigüedad o remodelación;
salimos por bonita pista herbosa
con zarzamoras;
se convierte en precioso sendero
hasta su enlace con la carretera de vuelta;
pasado el hotel
cambiamos de dirección por pista florida,
alcanzando nuestro destino en una ruta distraída, variada, de poca exigencia y mucha de recolección frutera.
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