El Camín Encantau en el Valle de Ardisana

Accedemos desde Posada de Llanes por la AS-115 al aparcamiento junto a la Venta Los Probes (43°23'48.37"N 4°54'47.94"W).

Partimos caminando por la carretera 270 m, 

giramos a la izquierda

 en fuerte ascenso

hacia la finca ganadera La Comezan, con vistas de la Vega de la Dueña donde un cartel nos informa sobre el los tejeros;

 temporeros que emigraban en el mes de marzo y volvía en septiembre, el resto del año se dedicaban al campo; su profesión era cortar el barro extraído de taludes, pozos o túneles en finas lajas; luego se llevaba hasta la era por los tendedores y se dejaba al sol hasta el atardecer, después se echaba al lagar para ser amasado y se manipulaba con distintos instrumentos: el rasero, el cocín, el marco, el punzón, etc. Las piezas elaboradas por los tejeros (tejas y ladrillos, básicamente), después de secar, iban a parar a los hornos ciegos de grandes dimensiones.

Encontramos a la primera figura de la mitología astur, El Sumiciu,

 diminuto duende hogareño asociado a los despistes y las desapariciones de objetos como las llaves; 

continuamos el ascenso hacia Portilla de Tercies

 cruzando un bosque de eucaliptos; 

descendemos brevemente hacia el Valle de Ardisana y La Malatería, pueblo que debe su origen y nombre a un hospital de leprosos, 

donde nos topamos con el temido Hombre del Saco, aunque de lejos parece el Capitán América;

vaga por las calles cuando ya ha anochecido en busca de niños extraviados, para llevárselos metidos en un gran saco a un lugar desconocido.

Rodeamos la capilla bajo la advocación de Santa María Magdalena, 

descendemos escuchando el glugluteo de un pavo, 

admirando hórreos y paneras de la “Asturias profunda”;

realizamos 400 m por carretera vaciada, 

observando extrañados varias ovejas negras y un pequeño carnero de buena cornamenta, podría pasar como ser mitológico por raro y feo; 

giramos a la izquierda por un maizal

para introducirnos en el sombrío bosque mixto de La Prida, con abundancia de robles, hayas. castaños y avellanos

 donde aguarda El Pataricu, 

humanoide gigantesco con un solo ojo y apetito voraz por los naúfragos crudos, ya que no sabe nada del fuego y su hábitat es la costa mas occidental de Asturias.

Se hace sendero la pista

 para llevarnos al Diañu Burlón, 

diablo menor al que se atribuyen jugarretas y travesuras;

 entramos en Ardisana 

observando el cariñoso homenaje al médico de los Pobres, Luis Bulnes,

 y la Iglesia de Santa Eulalia de finales del siglo XVIII, con campanario independiente y estilo románico. 

El Camí Encantau

nos depara la escultura del Reñuberu/Nuberu, 

personaje de fábula, anda por las nubes en día de tormenta disponiendo los fenómenos atmosféricos: lluvia, nieve, granizo y, sobre todo, truenos y relámpagos; 

poco mas abajo pasamos junto al lavadero seco

 de la Xanina de Terre.

Entrando al pueblo de Palacio aparecen los huertos de manzanos

 junto a la casona de indianos (forma parte del Patrimonio Monumental del Principado), constituido como alojamiento rural Villa Marta; 

su origen, al igual que otros tantos, se fundamenta en la historia entre finales del siglo XVIII y principios del XIX, cuando para huir de la miseria y ocasionalmente del servicio militar, los jóvenes emigraron a América, 

propiciando el origen de los indianos, ya que al hacer fortuna regresaron a sus pueblos, construyendo casas palaciegas y apadrinando diversas causas sociales.

En palacios

 junto a la Fuente del Cañu (1915), 

vemos sentado a la figura del Segador;

 poco mas adelante bajo un hórreo, llama mi atención un viejo arado

 junto a la bonitas fachadas adornadas, componen una estampa típica asturiana; 

pasamos frente a una vivienda rural, Corral de Arnedo, con el simpático Tiu Pachu,

 el bucólico paisaje entre vacas, 

árboles repletos de manzanas para hacer sidra

 y casonas de arquitectura rural, 

nos llevan al Cuélebre, 

criatura legendaria con forma de serpiente, alas de murciélago, escamas impenetrables y larga cola; parecido a un dragón chino/japonés, una de sus principales funciones es la de vigilar tesoros.

Al pasar por otro lavadero, 

vemos una pequeña área donde tomarnos el mantente y seguir disfrutando de un paisaje de leyenda, en perfecta armonía con esta Naturaleza desbordante de belleza. 

Realizamos un cambio de dirección

descendiendo finalmente a un arroyo, donde encontramos a La Llavandera, 

anciana de rostro seco y arrugado, que no pertenecen al mundo de los vivos, 

se encuentra de noche, lavando ropas manchadas por la sangre que nunca se va.

En la zona de La Cortina vemos la Cruz de Los Garabiales, 

data de 1761 y era el lugar a medio camino donde la comitiva fúnebre se detenía para rezar un responso y recuperar fuerzas, cuando se subía a las personas que fallecían en el valle hasta el cementerio.

 En pleno descenso hacemos una paradita junto al Busgosu,

 criatura de los bosques cuya apariencia, mitad hombre mitad cabra recuerda al dios griego Pan o al romano Fauno, 

parece tener su origen en alguna entidad del panteón celta; en la parte asturiana es enemigo encarnizado de los leñadores y cazadores, pero ayuda a pastores perdidos y a los que cuidan del bosque.

Terminamos la bajada entrando a Ricaliente (le viene el nombre de las aguas termales que brotan en un arroyo que da al Risena) junto a la Manona o Mano Negra, 

ser invisible y maligno, cuya manifestación consiste en un inmenso peso, sofocación u opresión;

 cruzamos el puente sobre el Río de San Miguel

para ver a La Castañera y el Conjunto de Hórreos; 

de vuelta a la carretera, toca volver pasando junto a la capilla en honor de San Cipriano

durante 2,5 km algo monótonos tras lo visto, para enlazar con el sendero enfrente de la pista por la que iniciamos ruta;

 escoltamos unos metros al Río de San Miguel hasta el puente

 donde giramos al aparcamiento.

Descargar track

Comentarios