Molinos del Barranco de Ginestral-Cuevas del Agua-La Cuevona
Accedemos desde la Autovía del Cantábrico A-8 por la N-638, pasado Santianes, aparcamos en una pequeña explanada en su orilla (43°25'32.38"N 5° 4'35.07"W).
Salimos caminando por una traza de pescadores junto al guardarraíl de la carretera,
los 140 m que nos separan de la pasarela colgante sobre el Río Sella,
enlazamos con la pista asfaltada junto a las vías del tren y la seguimos por la izquierda durante 1km;
cruzamos por el túnel del Puente de Santiago
pisteando
entre cultivos de Kiwis
y siguiendo el curso del Barranco de Ginestral de Castiello.
Desde la exuberante pista en continuado ascenso, vamos entrando y saliendo a las ruinas de hasta 5 molinos que se suceden en la ruta, un patrimonio hidráulico que se deshace al paso del tiempo engullido por la tremenda vegetación.
El funcionamiento de los molinos situados a orillas de los ríos y aprovechando lugares con cierto desnivel, consiste, en que su sistema hidráulico capta el agua río arriba, desviándola con un azud o presa hasta un canal, la conduce hasta una pesquera donde se almacena.
En el modo de conducir el agua hacia el rodezno unos lo hacer a través de una canalización en rampa o bocín; otros usan un cilindro o cubo de hasta doce metros de alto, para conseguir un mayor empuje del agua. Una vez abierta la pequeña compuerta o saetillo, el agua golpea con fuerza las paletas del rodezno, haciéndolas girar y transmitiendo el giro a las piedras del piso superior a través de un eje o árbol, compuesto por una parte superior de hierro o espada, que cruza la piedra inferior para unirse a la superior por medio de la lavija, esta encaja en la rueda móvil arrastrándola en su giro y una inferior de madera que encaja en el rodezno (maza). Dos piedras cilíndricas, las muelas, con una abertura central, la superior o volandera móvil y sus giros sobre la de abajo o durmiente (se mantiene fija) provocan el rozamiento para moler el grano.
El cereal se almacena en una tolva de madera de forma tronco-piramidal invertida para, poco a poco caer por el agujero central entre las muelas, que la convierten en harina, va a parar a un cajón de madera o harnero.
El recorrido propuesto gira a la derecha en una pradería, entroncando con la estrecha carretera del Tresmonte;
dejamos atrás una vivienda con fuente a la vera del camino,
continuando en esforzado ascenso hasta el cruce con la pista bajo Monte Moro,
nos permite ir descendiendo entre charcos, barro y trabajos de tala;
este tramo sin visibilidad al valle por niebla y llovizna
se nos hace aburrido, aunque unas ranitas,
feas orugas que se nos cruzan y ha de convertirse en bella mariposa,
así como alguna seta dispersa, nos mantienen entretenidos.
Al fin se abre la bruma,
dando paso a la hermosa vista del ancho curso del Sella;
cruzamos un amplio bosque de eucaliptos,
antes de adentrarnos por la calle principal del apañado pueblo de Cuevas,
con sus hórreos,
su ermitica de Santiago entre hortensias coles y gallinas,
para dirigirnos a la Cuevona;
una de las pocas cavidades que se pueden atravesar por carretera y único acceso a la aldea de Cuevas del Agua;
recorremos los 300 m serpenteantes acompañados en su recorrido por un pequeño arroyo,
mientras vamos admirando la belleza de sus sus bóvedas,
estalactitas, estalagmitas, columnas y coladas con nombres como "La lengua del diablo" o "Las barbas de Santiago"
entre llamativos juegos de luces y sombras.
Tras el disfrute volvemos sobre nuestros pasos,
cruzando el pueblo y echando un vistazo al tapiado apeadero de Cuevas, aunque no se mantiene activo,
si lo hace el cercanías al que hemos visto pasar en dos ocasiones;
cruzamos la vía y seguimos unos metros por su pista adyacente, para desviarnos por el paso de la pradera,
nos conduce de vuelta a la pasarela colgante, donde hicimos cola al ser sábado para volver a cruzarla, dado que dos familias estaban haciéndose fotos taponando el paso.
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