Monumento Natural Nacimiento del río Cuervo


Accesos: Desde Cuenca (CM-2104 ó CM-2105, y CM-2106); desde Valdemeca y Beteta (CM-2106) o desde Teruel (CM-2119). Aparcamos en la zona de los restaurantes a la entrada del Área Recreativa y segunda zona de aparcamientos (40°25'36.53"N 1°53'50.66"W).

Sobre la Muela de San Felipe en la Serranía de Cuenca, una gran planicie formada por materiales calcáreos del Cretácico Superior; registra la mayor precipitación de la provincia de Cuenca; el agua se infiltra distribuyéndose a través de las rocas, creando manantiales y surgencias de las que la del Cuervo es la más importante, junto a la de los Ojos de Valdeminguete, donde nace el río Júcar.

Partimos cubriendo los metros iniciales a la explanada, torcemos a la izquierda cruzando por puente de madera el río Cuervo, 

manantial travertínico activo, que nace a unos 1469 m de altitud, 

destacable por su desarrollo, extensión y belleza, declarado Monumento Natural en noviembre de 1999, con una superficie de 1.709 has. y catalogado Red Natura 2000,(LIC) y (ZEPA).

Caminamos junto al vallado de madera paralelos al río, disfrutando  de sus saltos y pocetas de cristalinas aguas; 

el Río Cuervo se caracteriza por tener el régimen de caudales propio de un río mediterráneo, con periodos de crecida en primavera y de estiaje en verano; en los meses de verano o en años muy secos, es frecuente encontrar gran parte de las cascadas sin agua; 

fenómeno que lleva ocurriendo desde hace miles de años, forma parte de la dinámica natural del río. Tras recorrer 39 km, desemboca en el Guadiela, afluente del Tajo, junto a la localidad de Puente de Vadillos,

Ascendemos por camino reforzado con troncos, para impedir la erosión del suelo con tantos visitantes como recibe este mágico enclave; 

alcanzamos bajo la Cañada del Perro 

el paraje del Rincón del Cuervo (antigua denominación del entorno), una explanada 

donde se encuentra el camino de vuelta, nos acercarnos al nacimiento propiamente dicho, por una pasarela donde se forman colas cuando la afluencia es mayor.

Tras las fotos de rigor volvemos al cruce de vuelta, 

caminando por el margen opuesto; 

cada estación tiene su encanto; si en invierno, aparece nevado y con largos chuzos de hielo; en primavera lo hace con la abundancia de agua y el verdor de la vegetación; en otoño con la paleta de colores que da la caída de la hoja y en verano con las tonalidades grisáceas de la roca de toba seca en contraste con los colores verde azulados del agua.

Comenzamos el descenso a la cascada pequeña, 

recubierta por un manto de musgo denominado Cratoneurion commutati, (el que favorece la precipitación del carbonato cálcico y la formación de toba sobre su superficie). 

Poco más abajo 

nos espera la cascada grande, 

un espectáculo visual, 

con las numerosas caídas de agua por la pared rocosa de toba caliza, 

chorreantes a través de sus oquedades

 y rezumando por las verdes capas de grueso musgo, 

cayendo finalmente a la extensa poza.

Tras gozar de las vistas, retomamos el camino de vuelta; el microclima de la zona propicia diversas especies de orquídeas, una variada vegetación ripícola arbustiva y arbórea a base de tilos, avellanos, arces negros, tejos y acebos que acompañan a los ejemplares de pino laricio y albar típicos de la serranía conquense.



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