Orihuela Monumental

Accedemos desde la NA-340 al aparcamiento del Centro Comercial Ociopia;

 partimos caminando hacia el Este, Calle Hospital, a la izquierda rodearemos por la Plaza de Monserrate, donde se encuentra la segunda estatua de Miguel Muñoz pues, además del paseo del malecón de Murcia, hizo aquí también, un importante donativo de dos millones de reales a las familias afectadas por la riada de Santa Teresa (1879).

Pasamos por la Calle Santiago junto al Santuario de Monserrate, 

donde se halla la patrona de la ciudad; cuando ocurre alguna calamidad pública, se lleva en procesión a la cercana catedral; su arquitectura es barroca con influencias del neoclásico.

Igualmente observamos la fachada de la Iglesia de Santiago del siglo XV

 con reformas de los siglos XVI y XVIII, de estilo gótico isabelino o flamígero con tímpano (los escudos de los Reyes Católicos), y parteluz (con la gran escultura del santo titular del templo), 

a destacar su campanario y una carraca de tinieblas (rueda dentada que, al girar, choca con una lámina de madera y produce el sonido).

Continuando rectos ya en la calle Francisco Díe, enfrente del Museo de la Reconquista de Moros y Cristianos, 

comenzamos el ascenso por escaleras 

hacia el Seminario desde el Depósito del agua y Pozos de Cremós, dos pozos que distribuían el agua a gran parte de la ciudad.

El Seminario Diocesano de San Miguel 

fue construido en el siglo XVIII, en respuesta de las previsiones del Concilio de Trento del siglo XVI, para una adecuada formación de los sacerdotes y ministros de culto católico.

 Echamos un vistazo breve a la Vega Baja del Segura, ya que nos azota un fuerte viento y descendemos por la serpenteante escalinata.

Enfrente de un edificio modernista 

tomamos la céntrica Calle Mayor de Ramón y Cajal, que ha visto tiempos mejores en cuestiones comerciales, para ver el Palacio Episcopal, 

sede del Museo Diocesano de Arte Sacro, construido sobre el antiguo hospital medieval del Corpus Christi; ha sufrido diferentes reformas o etapas constructivas, 

destaca el blasón del obispo promotor de las obras, como golpe de autoridad en el enfrentamiento que mantenía con los canónigos de la Catedral en la Plaza Salvador o de las cadenas, 

donde nos hacemos fotos junto a la escultura del Caballero Cubierto, una de las figuras más representativas de la Semana Santa oriolana; posee el privilegio de acceder al interior de la catedral sin descubrirse en la procesión del Santo Entierro de Cristo.

Entramos por la Puerta de Loreto de estilo gótico arcaizante, con entrada rebajada por un arco carpanel renacentista

 a ver el interior de la Catedral;

 su construcción se inició a finales del siglo XIII sobre restos visigodos e hispano-árabes, aunque destacan sus múltiples capillas, 

me gustaron la forja en el crucero, 

las bóvedas y el gran órgano barroco transformado en romántico, tiene más de 72 registros, cadereta y gran trompetería de batalla; todos los tubos son de estaño y en la cúspide, el escudo cuatribarrado de la Corona de Aragón.

 En el exterior, observamos su torre hecha de sillares con planta cuadrangular, mantiene en uno de sus cuerpos la esfera del reloj sobre una balconada (siglo XVIII) y una de sus plantas albergo una prisión.

Pasamos al lado del claustro de la Catedral, 

obra renacentista procedente del antiguo convento de la Merced, construido hacia 1560, 

cruzamos por la Plaza Teniente Linares, esquina Palacio del Marqués de Rafal, palacete del siglo XVIII con balcones de forja, frontones y escudos heráldicos. 

Enfrente de la Plaza Santa Lucía, compramos el mantente en el Horno del Obispo; la empanadilla con crujiente de atún, para relamerse y la “dulzaina” no se queda atrás. Aprovecho que están trasladando un trono en el Museo de Semana Santa, para observar el proceso de carga,

 antes de continuar por la Calle Santa Lucia, pasando por el Ayuntamiento

 a la de Arriba, en busca de la ermita de Nuestra Señora de Monserrate, obra de mampostería revocada en almagra, sobre un arco de acceso transversal; el origen de la ermita se debe a que en ese lugar predicó San Vicente Ferrer, a su llegada a la ciudad de Orihuela en octubre de 1410.

Entramos en el Rincón Hernandiano, 

entorno que conserva los recuerdos del poeta oriolano, Miguel Hernández, nacido el 30 de octubre de 1910, ejemplo de perseverancia, consagrado como uno de los mejores poetas españoles del siglo XX;

 constituido por tres centros de interés: El Centro de Estudios Hernandianos, la casa en la que vivió Miguel y la sala de exposiciones. Acaban de abrir y somos atendidos por su director, mostrándonos los distintos objetos que atesora: sus primeros trabajos, 

manuscritos originales en los que descubrir el amor que sentía por el paisaje de su ciudad natal y por sus tradiciones; el único audio que se ha conservado con su voz, 

grabados y fotos sobre su vida en su relación con amigos, compañeros y familiares.

Pasamos a la vivienda donde paso su infancia, descubriendo los rincones de la casa, 

sus enseres, 

el patio 

con el corral de las cabras

 y el huerto donde pervive la añeja y famosa higuera

 acompañada por una vieja morera;

 me viene a la memoria el poema Elegía, que Miguel le dedicó a su amigo del alma Ramón Sijé, y que Rosa me declama con algunas estrofas antológicas:


(En Orihuela, su pueblo y el mío,

se me ha muerto como del rayo Ramón Sijé,

con quien tanto quería...)


Yo quiero ser llorando el hortelano

de la tierra que ocupas y estercolas,

compañero del alma tan temprano.


No hay extensión más grande que mi herida,

lloro mi desventura y sus conjuntos

y siento más tu muerte que mi vida.


No perdono a la muerte enamorada,

no perdono a la vida desatenta,

no perdono a la tierra ni a la nada


Quiero minar la tierra hasta encontrarte

y besarte la noble calavera

y desamordazarte y regresarte.


Volverás a mi huerto y a mi higuera,

por los altos andamios de las flores

pajareará tu alma colmenera


A las aladas almas de las rosas

del almendro de nata te requiero,

que tenemos que hablar de muchas cosas,

compañero del alma, compañero.


Me impresiona el grado de enfurecimiento que vuelca contra todo y todos: Contra muerte por su prematura acción, contra la vida por su pasividad ante tamaña injusticia; desea fervientemente resucitarlo, recuperar su relación, esencial e inacabada, aunque mas tarde se va resignando impotente ante lo inevitable.

Siguiendo las flechas nos conducen a la Sala de Exposiciones, donde retrocedemos algunas décadas, para sentirnos niños con los juguetes de latón 

y mayores con los lego. 

Con un sentimiento de tierna gratitud por lo expuesto, nos despedimos de nuestros amables guías, satisfechos de haber compartido estos momentos emotivos, reflejo de otra época, que no me queda tan lejana, como para no sentirme identificado con buena parte de los enseres, dependencias y objetos de uso común que formaron parte de mis vivencias.

Seguimos rodeando el Convento-Colegio Diocesano Santo Domingo, 

gran edificio compuesto por iglesia, convento y colegio; 

se realizó en varias fases; afectado por terremotos, obligó a rehacer alguna de sus dependencias. 

Se caracteriza por su gran monumentalidad y la marcada horizontalidad de fachadas; 

por la derecha rodeamos a la Calle San Juan, torcemos a la izquierda por Cantareros y luego a la derecha por Pintor Agrasot, pasando por el Teatro Circo Atanasio Díe Marín, 

de estilo modernista valenciano e inaugurado en 1908, uno de los pocos ejemplares de la tipología de Teatro Circo Francés que quedan en Europa, ya que la gran mayoría de los teatros-circo españoles desaparecieron hace tiempo y los pocos que perduran renovados, son joyas de la arquitectura teatral.

Pasamos frente al Casino, con marquesina de hierro y cristal de la puerta principal y fachada de sillería y ladrillo, 

mientras nos dirigimos hacia el Río Segura e inicio del Camino de Caravaca;

cruzamos por las pasarelas de los azudes

 y al lado del reloj centenario en la Plaza de la Centuria Romana (siglo XIX),

 en Plaza Nueva me acerco al monumento de Joaquín Agrasot, pintor español, encuadrado en el género realista y costumbrista.

Cruzamos el Puente de Pte. 

 rodeando la Facultad de Ciencias Sociales vemos el Monasterio de las Salesas, de estilo neoclásico

 y continuamos desde la Plaza Salesas con la escultura monumento a Mons. Victorio Oliver, Obispo de Orihuela. 

Bordeamos la Iglesia de las Santas Justa y Rufina, 

edificado en el siglo XIV, con reformas en los siglos XVI y XVIII. 

Consta de una sola nave y capillas laterales entre los contrafuertes; posee dos portadas y un campanario; gran parte el templo es de factura gótica, aunque posee partes construidas o ampliadas en estilo barroco. 

Cruzamos por la Plaza Carmen

 y volvemos al aparcamiento 

por la Calle Hospital.

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