Senderos Cornisa, Calzada Romana, Hiedra y Mojones-Ramblas del Pocico y Sangonera con el Jabalí, Fantasma y Minotauro

 

Accedo desde la RM-603 del Palmar a Mazarrón, cruzando Sangonera La Verde hacia el Sur y final de la población, aparco en la Ermita de La Cruz (también Llamada Ermita Nueva).

Salgo en descenso hacia el Sur, cruzando el Cordel de Los Valencianos y la Rambla de Sangonera asciendo por sendero rodeando una finca con cultivos de cítricos, 

para eludir su ramblizo y salir a los taludes abancalados.

La pista se une a otra transversal; la sigo por la izquierda; desciende curveante a la entrada del Ramblizo por el que voy a introducirme, tengo que subir por una traza pedrera muy inclinada al Sendero de la Cornisa.

Camino por el saliente rocoso tratando de no perder la trazada,

ya que se difumina a veces entre el atochar; 

entronco con sendero pateado torciendo a la derecha, 

me saca al collado (247 m) y encrucijada de caminos; por la izquierda atajo en descenso a la calzada romana, 

marcada con los surcos de los carros que transportaban material de una cercana cantera.

En pocos metros la dejo por sendero a la derecha 

y poco mas adelante, repito la operación por el Sendero de la Hiedra, 

de aguda pendiente, lo suelo hacer a la inversa en descenso btt,

 buena parte del desnivel que presenta la ruta se encuentra en su recorrido, 

hasta enlazar con el Sendero de los Mojones que bordea la Finca de las Llanas.

Enlazo con la calzada romana, descendiendo por la izquierda 

a la Rambla del Pocico adornada de jaras; 

la sigo en ligero descenso 

hasta el entronque con la de Sangonera; presentando tramos con desplomes, algún paso estrecho obstaculizado por troncos de árboles caídos, 

multitud de fósiles incrustado en las rocas

de las erosionadas paredes con relieves caprichosos, 

una covachuela, 

un pequeño destrepe

y un precioso encajonamiento con erosión alveolar.

Al abrirse la rambla 

observaremos por la izquierda la figura de un jabalí; 

unos metros a la derecha y arriba, la del Fantasma 

y finalmente, en unos metros a la izquierda, el relieve esculpido en la arenisca del Minotauro.

El rey Minos de Creta había ofendido gravemente a Posidón, Dios del Mar, como venganza hizo que Pasifae, esposa de Minos, sintiese una atracción contranatura por un toro blanco, que la llevó al embarazo; así nació el Minotauro, un ser violento con cuerpo de hombre y cabeza de toro, que se alimentaba de carne humana.

Para esconder su vergüenza, el rey Minos rogó al inventor Dédalo que le construyera un laberinto del que el monstruo nunca pudiera salir. Cada nueve años, a fin de apaciguarlo, Minos le ofrecía a la bestia, siete mujeres y siete jóvenes que imponía como tributo a la ciudad de Atenas. Teseo se ofreció voluntario, con la intención de matar al Minotauro y liberar a Atenas de un cruel destino.

Con la ayuda de Adriadna, la hija del rey, que se había enamorado de él, logro su propósito: Adriadna le ofrece a Teseo un ovillo de hilo que le había dado Dédalo, el arquitecto del laberinto; atado en la entrada y siguiendo el hilo por los intrincados vericuetos del laberinto, Teseo pudo encontrar la salida.

Paso junto una antigua canalización 

y un muro de contención, 

antes de salirme del cauce ramblero por asfalto al coche.

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