Icod de los Vinos

 

Accedemos a Icod de los Vinos desde la TF-42, aparcamos en la Calle Pepe Floro cerca del Tanatorio. Entorno al año 1496, Icod de los Vinos surge, al finalizar la conquista de la isla por Alonso Fernández de Lugo, como otros núcleos de la isla de Tenerife, gracias a un menceyato aborigen que le da nombre; localidad creada y desarrollada a partir del aprovechamiento del campo y la agricultura, fue conocida en el siglo XVI por la fama de sus vinos.

Partimos Calle Hércules arriba, 

haciendo la primera parada en la Casa del Plátano, una antigua casa canaria convertida en museo donde aprender todo lo relacionado con esta fruta, desde el trabajo duro que supone su cultivo, hasta los distintos modos en se consume. 

Cuenta con salas expositivas sobre la historia del Plátano, la segunda fruta más consumida en el mundo tras el tomate (la fruta es la parte de la planta que contiene las semillas, así que, botánicamente hablando, el tomate es una fruta), la visita es de pago y continúa por un patio exterior donde muestran el proceso desde la plantación a la recogida del racimo de plátanos.

La platanera es originaria del sudeste asiático, llegó a España probablemente desde Egipto, a Canarias arribó en el siglo XVI, bien procedente de Andalucía (donde ya era una fruta conocida y cultivada por los árabes), o desde Guinea por medio de comerciantes portugueses. 

Entre las plantaciones de caña de azúcar y las vides, encontró acomodo, llegando a crecer silvestre en lugares con mucha agua, ya que requiere unos 30 litros diarios para desarrollarse.

Subimos las escalerillas de granito artificial laterales a los aseos, para acceder por la zona Norte al cerramiento abalustrado de la Plaza Andrés de Lorenzo Cáceres. Conde de Sietefuentes; corazón de esta ciudad, 

nos invita a sentamos en uno de los bancos al abrigo y sombra de los magníficos laureles; su diseño, cercano al clasicismo, con un kiosko de diseño modernista, incorpora un moderado uso de la ornamentación y cuenta con una flora variada procedente de diversos lugares del mundo.

A la derecha, en el interior de la plaza, vemos la Parroquia Matriz de San Marcos Evangelista, 

presenta una planta rectangular articulada en tres naves y un total de ocho capillas, que aparecen cubiertos por artesonados mudéjares, la portada principal constituye uno de los ejemplos mejor acabados del manierismo en Canarias; el cuerpo final de la torre destinado a acoger las campanas, se construyó exclusivamente en piedra tallada.

Continuamos por la Calle Sebastian a la Plaza de la Constitución, conocida popularmente como la Plaza de la Pila, en alusión al pilar de la fuente de abasto público de agua adornada con hibiscos, mirtos y palmeras; 

estuvo rodeada durante los siglos XVI y XVII, por las casonas de las principales familias nobles del municipio; algunas desaparecidas tras un pavoroso incendio.

Remontando la cuesta de la Calle de San Antonio, pasamos junto a residencia de ancianos del Hospital Nuestra Señora de Los Dolores y la Iglesia Nuestra Señora del Patrocinio, 

antes de alcanzar el Drago de San Antonio, uno de los árboles monumentales de Tenerife, 

dañado por un incendio, al parecer provocado, calcino parte de la base de su tronco; 

desde entonces está sujeto por cuatro cables tensados; su edad se calcula entorno a los 250 años. 

Desde este improvisado mirador, observamos a su famoso homónimo ubicado en un parque cercano.

Descendemos 

con la estampa de los bejeques, yerbas punteras o verodes en los tejados, 

pasamos por la Casa Lorenzo-Cáceres y Escuela de Música Municipal Funcanorte, 

palacete edificado en el siglo XIX en estilo neoclásico, del patio arrancan dos amplias escaleras, 

el Granero corre a todo lo largo de la parte frontal y lateral;

 actualmente es utilizado como centro cultural, sede de la escuela de música y biblioteca.

Volvemos a entrar en la Plaza Andrés de Lorenzo Cáceres, esta vez por la zona Sur

a la pérgola de la esquina con sus magníficas vistas, donde observar el hogar del Drago Milenario (Dracaena draco), 

mide alrededor de 25 m de alto por 10 m de perímetro de base; con casi 300 ramas y un peso de unas 80 toneladas, se le atribuyen más de mil años de edad; de madera esponjosa y ligera, 

su fama se debe, además de su longevidad, a la savia o resina que segrega por su tronco: “la Sangre de Drago”, a la que llamaban “Cinnabaris” los romanos que venían en busca de ella para usarla con fines medicinales; los guanches le daban un marcado carácter totémico

 y su leyenda más famosa, lo identifica con el mítico dragón que guardaba las manzanas de oro del Jardín de las Hespérides. 

Solo nos resta descender por la Calle Hércules al aparcamiento.

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