Las Cobaticas-Rambla de las Cobaticas-Cabezo de la Fuente-Cueva de Los Mejillones

 

Accedemos a Calblanque desde la Autovía de la Manga (RM-12) por la vía de servicio (salida 9 bis); en 800 m, giramos a la derecha en el aparcamiento del bus lanzadera; funciona desde el 11 de julio, durante los 51 días del periodo estival, con un horario diario de 9:00h a 20:30h; 

fuera de este horario solo se permite el aparcamiento público en El Atochar, junto a Playa Larga entre las 20:30h y las 8:00h de la mañana. En 2km, aparcamos en el Centro de Visitantes de las Cobaticas.

Comenzamos caminando a Las Cobaticas, perteneciente a la diputación cartagenera de Rincón de San Ginés, 

se sitúa dentro del espacio catalogado como Lugar de Importancia Comunitaria Calblanque, Monte de las Cenizas y Peña del Águila (creado en 1992), abarca unas 2.800 has entre Portmán y Cabo de Palos.

Las Cobaticas cuentan con 48 viviendas que, hasta hace poco, carecían de servicio de agua potable por lo que se abastecían mediante aljibes y camiones cisterna; la electricidad llegó al pueblo en el año 2.001, celebrándose con verbena y barbacoa. Antaño dependientes de la agricultura de secano, la explotación de sal, la ganadería o la apicultura, actualmente parte de sus viviendas son utilizadas como residencia de verano por sus actuales herederos o propietarios y otras como primera residencia para amantes de la Naturaleza.

Hacia el final de las casas, cruzando entre dos viviendas, torcemos por la de la izquierda, 

para descender por sendero al inicio de la Rambla de las Cobaticas, entre romeros y palmitos enlazamos con el sendero que se empina hacia el collado, 

donde iniciamos la ascensión final al Cabezo de la Fuente con panorámicas fantásticas de Calblanque; 

hacemos una breve parada junto a su vértice geodésico

 observando diversidad de paisajes: Las Salinas del Rasal, la Manga Club, Mar de Cristal, el Monte de las Cenizas, la Fausilla. etc. 

mientras hago fotos a una araña sacudida por el viento en su tela.

Calblanque, el parque regional más importante del sur en el Mediterráneo español, por su enorme valor geomorfológico, ambiental y ecológico; declarado Parque Regional, LIC (lugar de importancia comunitaria) y en trámites de ser declarado Reserva de la Biosfera. Con 2.822 hectáreas, reúne una buena representación de los ambientes más destacados de la costa murciana.

Iniciamos la vuelta

 al cruce de senderos por donde accedimos, 

pero esta vez seguimos rectos pasando por un pozo abierto,

antes de iniciar unas cortas trepadas por un embudo rocoso a lo alto del cerro (283); 

iniciamos el descenso por sendero pateado hasta el cruce con un montículo de piedras a modo de hito; 

seguimos rectos por traza senderil; inicia un abrupto descenso y se pierde a veces engullida por la vegetación; 

vemos una fisura rocosa de varios metros, cubierta de vegetación y abierta en el suelo con estrecho boquete de entrada; al haber cambiado sobre la marcha la ruta prevista por esta otra, no venimos preparados, ni con las ganas de introducirnos por ella desde su terrera exterior, al ser vaciada para acceder al interior de la Cueva de Los Mejillones.

Fue descubierta el 15 de agosto de 1978 por Pedro Escudero y Andrés Ros, y puesta en conocimiento de la Universidad de Murcia; 

en septiembre fue visitada por el arqueólogo García del Toro, que la bautizó con ese nombre debido a la gran abundancia de conchas de Mitylus Edule, mejillón que ya no se da en estos lares. Consta de cinco salas superiores y una inferior y tiene otra entrada medio cegada; 

su fama proviene de los hallazgos encontrados en su interior, principalmente arpones y azagayas del Magdaleniense (Paleolítico).

Realizamos un destrepe fácil, 

para encontrarnos con una barrera de ramas y troncos, posiblemente colocadas por los responsables de la empresa urbanística alemana, propietaria de los terrenos adquiridos para la construcción de una urbanización costera; a nuestra derecha vemos el nacimiento de agua y su balsa, 

proviene 200 m arriba donde se encuentra la Cueva de Los Mejillones; hasta los años sesenta abastecía de agua para regar el huerto del Guardia, ya que en los años cuarenta, los habitantes de Las Cobaticas, intentando buscar fuentes similares, excavaron cuevas en la zona.

Pasamos junto a un pozo de ventilación

 y nos acercamos, unos metros arriba, a las ruinas de una edificación con pesebre incluido; 

seguimos buscando por donde pasar entre la tupida vegetación, observando la muda traslúcida de una chicharra, el cascarón quitinoso en el que estuvo protegida en su última etapa de ninfa.

 La traza finalmente nos saca primero a un sendero marcado

 y a la pista de vuelta al aparcamiento después.

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